Arkela
El fuego violeta era visible desde lejos, iluminando el bosque y el cielo con su fulgor único y deslumbrante. Eso sólo significaba que Kalyana estaba empleando sus dones.
Arkela sintió cómo Egneton se tensaba a medida que se acercaban a la Fortaleza Dorada.
Desde que le había mostrado las pinturas a Bastenon, no había pasado un instante sin que Egneton se angustiara por la vida de su sobrina.
Se despertaba a media noche gritando su nombre y de manera subrepticia, buscaba estar cerca de Kalyana sin que ella se diera cuenta. Arkela le sugirió a su esposo que tal vez ella debía ver las pinturas, ya que, después de todo, era Kalyana la que aparecía en una de ellas.
Pero Egneton se negó a mostrarle la pintura porque según él, no quería asustar a Kalyana con sus visiones; al menos no hasta que descubrieran la manera de detener el destino trazado en ellas. También dijo que no tenía la certeza de que la visión se cumpliera, así que no quería alarmar a su sobrina en vano.
Sin embargo, Arkela conocía muy bien a Egneton y sabía cuáles eran las verdaderas razones por las que no le había dicho nada a Kalyana.
Las visiones comenzaron a invadir a Egneton desde que era un niño y fue su don lo que le impidió al príncipe de Anarkalia hacer y conservar amigos.
Sólo tuvo dos durantes toda su infancia.
Los gemelos Yarakun eran los hijos del comandante de la guardia en Anarkalia, y aunque muchos cortesanos no veían con buenos ojos que un príncipe entablara amistad con dos niños carentes de título y buen apellido, nada podía importarle al pequeño Egneton más que la lealtad y la compañía de Kevos y Devos Yarakun.
En ese entonces, Egneton no pintaba porque su madre no aprobaba el rostro y los dedos cubiertos de pintura como una norma de cortesía aceptable, así que se lo prohibió. No obstante, no ponía objeciones en que dibujara e incluso le mostraba al padre de Egneton y a algunos cortesanos los dibujos de su hijo cuando éstos eran agradables y anunciaban eventos gratos.
Por lo demás, Razya Paltrek casi nunca le prestaba atención a las visiones trágicas y funestas de Egneton. Y tampoco intervino cuando Deranko, el señor de Anarkalia, encerró a su hijo en un torreón abandonado durante toda una semana luego de que él se negara a dejar de asustar a los demás enseñándoles sus dibujos.
Las consecuencias fueron devastadoras.
Durante su encierro, Egneton tuvo una visión en la que había cuerpos con la piel verde tendidos fuera de las murallas de Anarkalia. Eran decenas.
Sin importar cuánto se desgañitó gritando el nombre de su padre para advertirle de la desgracia que sobrevendría sobre el señorío, él no acudió y tampoco Razya.
La única persona que se negó a apartarse del torreón donde Egneton estaba confinado, fue su hermana Anysa. De toda su familia, él sólo apreciaba profundamente a Anysa y a su tío Daveryo.
Fue por eso que lloró amargamente cuando, después de casi dos semanas, Razya fue hasta el torreón y le anunció la noticia de que Daveryo y su esposa habían muerto, junto con un tercio de los habitantes de Anarkalia, de una enfermedad a la que los maestres llamaban la Peste Glauca.
Entonces, fue Egneton el que no quiso salir del torreón.
Cuando su madre fue a visitarlo y a tratar de convencerlo de volver a su cámara, vio los muros pintados con carbón. Como le habían quitado los lápices y el papel, Egneton tuvo que ser creativo y plasmar sobre lo que fuera, la visión que había tenido antes de que ésta lo enloqueciera.
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Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos Oscuros
FantasyKalyana Leskuren ha ascendido y ha descubierto cuán poderosa es. Sus dones provienen de la magia más oscura y terrible y la unen, desde su nacimiento, al Rey Krovalon Saravenkot, quien desea el poder más que cualquier otra cosa. Movidos por sus sent...