Capítulo 22 ⚔ Lenko

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Lenko


En cuanto la princesa Katrysa emprendió el vuelo con el Rey Taluryo y los señores de Anarkalia volaron hacia La División, Lenko salió del torreón de los mensajes como una exhalación.

Sabía que Qasha estaba en el patio de armas entrenando porque la había visto cuando cruzó las almenas. También sabía que ella iba a enojarse mucho cuando se enterara de que Lenko dejó que Oryana se marchara sola a La División, pero de todos modos tenía que saberlo.

Todo era culpa de esos dos reyes, se dijo. Siempre perdían el tiempo discutiendo y decidiendo si podían confiar uno en el otro. Saltaba a la vista que eran hombres confiables, algo que Lenko había dudado al principio, pero era claro que sólo entorpecían la vida de Oryana y por ende, sus obligaciones como comandante de La Hermandad.

Lenko no pudo evitar sentir un ramalazo de orgullo y admiración hacia ella cuando salió del mirador, sin consultarlo con Bastenon o Taluryo para variar. A él siempre le agradaba ver la resolución y la firmeza con que Oryana tomaba decisiones cuando se trataba de los Akeryos, el modo en que los defendía cuando alguien los amenazaba. Por eso había apoyado a Aruno y a Qasha cuando lo acorralaron en la armería de la Torre Drona y le sugirieron, sin sutileza alguna, que debían derrocar a Ulkaro.

Sólo esperaba no equivocarse y que Oryana no tuviera uno de sus cambios en el momento menos indicado. Ella y Lenko habían puesto al tanto a Gaero de las implicaciones que podría tener la maldición. Después de que Oryana quemara a todos esos hombres en Sarkya, Gaero hizo muchas preguntas. Lenko le dijo a ella que lo más conveniente era contestarlas, ya que los Akeryos confiaban demasiado en Gaero y si él seguía apoyando la causa del Norte, los guerreros también lo harían.

Los dones de Oryana habían impresionado mucho a Gaero, pero no lo intimidaron en absoluto. Sólo avivaron su curiosidad todavía más.

Cuando llegó al patio de armas, vio a Qasha girando y lanzando golpes con una velocidad increíble. Estaba entrenando con un joven aprendiz de caballero y aunque él era más alto y mucho más corpulento que ella, estaba recibiendo la paliza de su vida. Encajaba una embestida tras otra, así que era probable que estuviera cubierto de moretones al día siguiente.

Para el aprendiz fue un alivio ver llegar a Lenko porque los golpes de Qasha se detuvieron.

Ella le sonrió al verlo llegar. Aunque tenía el cabello oscuro atado en una coleta, algunos mechones estaban sueltos y se le pegaban al rostro debido al sudor.

La sonrisa se esfumó en cuanto vio la expresión de Lenko.

-Terminamos por hoy – le lanzó al aprendiz la espada de madera con la que entrenaba y él la atrapó al vuelo –. Te recomiendo que no te esfuerces mucho el resto del día o mañana no podrás levantarte.

El muchacho asintió y se perdió en la armería, caminando muy despacio con la espalda inclinada.

-¿Ha ocurrido algo? – inquirió ella desajustándose el peto que usaba para entrenar. Tenía la cara enrojecida por el esfuerzo y su cicatriz resplandecía - Escuché el cuerno.

Lenko le contó todo lo que había pasado en el torreón de los mensajes, pero cuando ella escuchó las palabras "Oryana se marchó volando a La División", echó a andar sin importarle el resto de la historia y la noticia sobre los ejércitos de Nurko Iberok avanzando hacia el Castillo Oscuro quedó en el olvido.

-Qasha, escúchame... - pidió él dando largas zancadas para poder alcanzarla – No puedes ir tras ella siempre.

La guerrera se volvió con una expresión acusadora.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora