Capítulo 28 ⚔ Taluryo

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Taluryo


-Tienen que abandonar el Castillo Oscuro cuanto antes – fue lo primero que dijo Lukan cuando Xaro cerró la puerta de la cámara de Bastenon.

Todos se volvieron hacia él y lo miraron con un recelo que no se molestaron en ocultar.

Bastenon convocó un consejo urgente, pero sólo había reunido a los príncipes y señores de los siete castillos señoriales que se encontraban en el Castillo Oscuro. No había ningún señor menor ni caballeros, además del comandante de la guardia en el que Bastenon confiaba plenamente.

Berisko Flevaton, su hijo Venarko y Tareska Asmekuros eran los únicos que no estaban presentes.

Ésta última había decidido ser la portadora de la noticia sobre la muerte de Katrysa y Lukan vio la desolación desgarradora en el rostro severo de Oryana Asmekuros cuando ella entró a la cámara de su hija, seguida de Tareska.

Aunque no parecía que Oryana hubiera llorado, Lukan observó que su piel estaba gris y que unas arrugas antes inexistentes, habían aparecido en su cara y cuello.

Lukan había esperado un ataque por parte de ella como lo había recibido de Alakron en el bosque. Él comprendía el dolor por el que los Asmekuros estaban pasando. Había visto morir a Isalia sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.

Sin embargo, Oryana no atacó a Lukan cuando él pasó por su lado. Toda la hostilidad y el resentimiento la habían abandonado. Sus ojos gris oscuro le hablaron a Lukan sin necesidad de palabras; había en ellos un deseo silencioso intenso y claro.

"Debiste haber muerto tú".

Lukan sintió verdadera culpa por no haber advertido el peligro que los acechaba antes de que fuera demasiado tarde. Aunque era poco lo que había hablado con Katrysa, Lukan era uno de los hombres que pensaba que las acciones definían a las personas. Nunca las palabras o las intenciones.

Y le bastaba ver la manera en que Katrysa se comportaba con su familia y la resolución con que tomaba decisiones difíciles. El haberse separado de sus hermanos, por ejemplo, cuando había sido evidente que habría preferido quedarse en el Castillo Oscuro.

Lukan seguía sin comprender de dónde había sacado las fuerzas para volar, con una lanza enterrada en el pecho, la mitad de la distancia que había entre Sarkya y el Castillo Oscuro.

Aunque Lukan no la conocía muy bien, no cesó de repetirle que sus hermanos y su madre la esperaban en el castillo, que tenía que llegar viva junto a ellos. Katrysa recobró nuevos bríos ante la mención de su familia, y fue entonces que él entendió de dónde obtenía esas fuerzas.

Katrysa Asmekuros tuvo honor hasta el final, era una de las mujeres más valientes que Lukan había conocido y lamentó su muerte sinceramente.

-Que alguien me diga por qué está este hombre aquí – espetó Fakurya Iskaleon señalando a Lukan con desdén -. Invadió Eduryon, fue el causante de la muerte de Orfela Leskuren y quiere arrebatarte a Kalyana, Bastenon ¡Tienes que expulsarlo del castillo!

-No voy a hacer tal cosa, Fakurya – zanjó Bastenon bruscamente -, y si no vas a actuar de manera racional, será mejor que te marches.

Ella abrió mucho los ojos y se echó hacia atrás, desconcertada.

-Recuerdas que soy tu hermana, supongo, y que este castillo también me pertenece – replicó con sarcasmo -. Yo no soy el enemigo.

Danysa Sailekon intermedió.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora