Capítulo 23 ⚔ Danerko

122 32 0
                                    


Danerko


Lo primero que hizo Danerko en cuanto vio que Krovalon zarpaba con sus ejércitos, fue convocar a los pocos aliados que tenía en la fortaleza.

Como su padre había dicho, no tenía amigos, pero era difícil tenerlos estando confinado en una cámara desde niño.

Farkun Tesel era un maestro de música que se había dedicado a recorrer todos los senderos, bosques y caminos desde que era muy joven. Era bien recibido en señoríos y castillos porque las melodías que tocaba con su flauta despertaban toda clase de sentimientos intensos en la gente.

Componía canciones sobre el amor, las batallas y las guerras, pero más que todo, sobre la muerte. Farkun cantaba historias cuando no tocaba su flauta. Los que lo escuchaban no decidían qué era más hipnotizante, si escuchar sus melodías o sus relatos. Danerko era uno de los que lo escuchaba con más curiosidad y anhelo que nadie; el flautista había vivido muchas experiencias y aún era muy joven. Para él, Farkun era como un libro andante hecho de carne y hueso.

Sin embargo, Danerko adoptaba una máscara imperturbable y trataba de no demostrar demasiado interés cuando estaba delante de él porque no quería despertar compasión.

Farkun era un músico errante que había estado en una infinidad de lugares, así que Danerko no pudo ocultar su admiración hacia él por mucho tiempo.

El Rey Krovalon lo albergó dentro del castillo y le ofreció todas las comodidades de las que hubiera gozado un bufón, durante el tiempo que quisiera permanecer en Edron. Para ese entonces, Danerko ya tenía problemas y disgustos frecuentes con su padre, así que no existía un solo día en que no pensara en marcharse lejos de él. Pero no podía.

Farkun rompió su eterno peregrinaje y se quedó en el Reino de Edron desde entonces. Danerko nunca supo por qué y lo consideró un tonto por quedarse. Edron era el último lugar en el mundo en el que alguien querría estar, al menos alguien que tuviera la enorme suerte de poder elegir.

Fue Farkun el que le regaló la flauta de la que no se separaba y también el que le enseñó a tocarla. Irrumpió cierto día en la cámara de Danerko y se ofreció como su maestro. Cuando él le mintió diciéndole, con muy poca cortesía, que no estaba interesado en ser su pupilo, Farkun encogió los hombros.

"Si vas a despertar a los habitantes de este castillo, tendrás que aprender a tocar bien cuando menos. Estoy cansado de oir los espantosos chillidos que le arrancas a esa flauta durante las noches", le dijo, también carente de cortesía.

Fue por eso que Danerko supo interpretar la amargura y hosquedad de Rava Darsenkus como el grito desesperado que era. La soledad de ella no era una elección, como tampoco lo había sido para él.

Farkun elaboró la flauta de Danerko con la ayuda de Lurano, un armero huérfano cuya madre había muerto poco después de que él naciera y cuyo padre había desaparecido sin más, dejándole cien Sekudros de oro. A pesar de que Lurano era un niño en ese entonces, sabía que ya no tenía familia y que lo único que poseía en el mundo eran esas cien monedas, así que no las desperdició.

Compró un taller modesto con su propio fuelle y todas las herramientas que necesitaba para elaborar armas. Su padre había trabajado toda la vida, pero no era bueno llevando las cuentas y el hombre con el que trabajaba solía robarle en su propia cara. De manera que siempre tenía deudas y casi nunca le alcanzaba para comer siquiera.

Lurano veía con tristeza la ruina en la que caía su padre y aprendió una valiosa lección. Todo lo que quisiera emprender, debía emprenderlo solo. Así que se encargó del taller sin ayuda y a pesar de que muchos aprendices de herreros y armeros le solicitaron trabajo, él no accedió.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora