Danysa
Una lluvia torrencial caía sobre la carroza en la que viajaba Danysa Sailekon, acompañada únicamente de tres de sus Capas Blancas, cinco guardias y la matrona que la había recibido a ella cuando su madre Isarkela dio a luz.
Sayra no se separaba de su señora y su presencia no sería muy necesaria hasta dentro de muchas lunas, pero Danysa no quería correr el riesgo de necesitar a su querida nana, cargada de conocimiento y sabiduría, y que ella estuviera lejos. Además, aunque Danysa pretendía que su visita al Castillo Oscuro fuera corta, nunca se sabía cuáles eran los designios de Los Dioses y ellos nunca habían favorecido a Danysa en el pasado.
Isarkela y Sarenko Sailekon, los padres de Danysa, habían muerto en la Guerra del Ojo peleando junto al Rey Bastenon Iskaleon, recién coronado debido a la muerte de su padre Elysendro en Los Pantanos Negros.
Si a alguien admiraba Danysa era a Bastenon, puesto que no se había permitido rendirse a la pena por la pérdida de su padre y, mientras sus hermanas y su madre lo lloraban y lo enterraban en las criptas del Castillo Oscuro, Bastenon comandaba escuadrones de más de tres mil hombres a bordo de navíos de guerra que surcaban las imponentes agua del Mar del Norte. Todos sus señores vasallos lo acompañaban, los padres de Danysa entre ellos.
Ella tenía once años en ese entonces y no comprendía los engranajes que instaban a los hombres a la guerra, así que les rogó a sus padres que permanecieran en Linarkos, que no tenían por qué acudir al llamado de ningún rey. Sus padres le sonrieron y le dijeron que aún era muy joven para entender el significado de la lealtad y las causas por la que el Norte estaba luchando. Y se marcharon, desde luego, a pesar de los sollozos de Danysa. Devron tenía casi la misma edad de Bastenon en ese momento y quería luchar al lado de sus padres, pero ellos insistieron en que Danysa no podía quedarse sola y siempre debía haber un Sailekon en Linarkos.
Ella estaba en su cámara cuando su hermano Devron entró con el semblante desencajado. El Norte había ganado la guerra y no dependería de las leyes y las imposiciones del Sur, pero Dany y él eran huérfanos.
Sus padres habían caído durante la guerra y sus muertes, al igual que las de mil quinientos norteños más, habían pagado el precio de la emancipación del Norte. Sin embargo, la emancipación pasó a ser la palabra más detestada de Danysa durante las largas noches en las que lloró, lloró y lloró a sus padres.
Pero la realidad de la vida se impuso y no le permitió a Danysa sumergirse en su pena por mucho tiempo.
Debido a que sus padres ya no estaban para regir el señorío, su hermano Devron tuvo que asumir el título como señor de Linarkos, puesto que al ser el hijo varón, además de ser el mayor, los consejeros determinaron que era lo más apropiado. No obstante, hubo dos cuestiones esenciales que el consejo y el pueblo de Linarkos no tuvieron en cuenta al tomar esa decisión. Y es que Devron no tenía el carácter necesario para ser el señor de uno de los siete señoríos más grandes del Norte, y más grave aún, no le interesaba gobernar en absoluto.
A Devron sólo le interesaban tres cosas. Su mandoble Tormenta, sus mundos en miniatura y el bienestar de su hermana.
Dany veía con tristeza que a su hermano cada vez le quedaba menos tiempo para dedicarse a las dos primeras y que se tornaba más irascible y ensimismado con el pasar de los días. Los consejos, las necesidades del pueblo y las exigencias de los cortesanos del castillo lo requerían todos los días y eran pocos y preciosos los breves momentos en los que él podía estar solo.
Para ayudar a su hermano con la carga que le había caído sobre los hombros, apenas con diecisiete años, Danysa comenzó a asistir a las audiencias del consejo privado y cada vez intervenía con mucha más frecuencia e inteligencia hasta que su hermano la nombró un miembro más del consejo y le dio la potestad de tomar ciertas decisiones importantes como la distribución de los granos, los impuestos que debía pagar el pueblo y de los que todos los miembros del consejo estaban exentos hasta ese entonces.
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Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos Oscuros
FantasiKalyana Leskuren ha ascendido y ha descubierto cuán poderosa es. Sus dones provienen de la magia más oscura y terrible y la unen, desde su nacimiento, al Rey Krovalon Saravenkot, quien desea el poder más que cualquier otra cosa. Movidos por sus sent...