Capítulo 19 ⚔ Alakron

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Alakron


Mientras Bastenon discutía con los señores vasallos y Rava Darsenkus se aproximaba al Castillo Oscuro con Korjun y Geruk, Alakron estaba en su cámara mirando el contenido negro plateado de la pócima con el ceño fruncido.

Sacudió la cabeza y se dio la vuelta para ir en busca de Tarsia. Sin embargo, no fue necesario porque ella estaba parada en el umbral de la puerta.

Alakron se sobresaltó un poco pero logró recomponerse.

-¿Qué haces aquí?

El hermoso rostro pálido de Tarsia era inexpresivo, como el de una muñeca.

-Me aseguro de que no desperdicies el sacrificio de tu hermana – dijo ella -. Me marcharé en cuanto vea que te lo has tomado.

Después de que Tareska se desvaneció, Alakron la llevó en brazos hasta su cámara y no se separó de ella hasta que el maestre Menkel curó sus manos y las vendó. Tareska era buena soportando el dolor, pero como no cesaba de gemir penosamente tuvieron que darle Sueño Blanco.

Aunque ella se recuperaría pronto, las cicatrices siempre estarían ahí en las manos de su hermana para avergonzarlo. Debió ser él quien metiera las manos al fuego y no Tareska. Se dijo a sí mismo que era lo menos que se merecía por haber sido tan cobarde al dejar a Tarsia y ocultarle la enfermedad a su familia.

Al despertar esa mañana, Alakron había descubierto que los dedos habían vuelto a torcerse levemente y que el codo de la mano derecha le sobresalía de un modo desagradable. No le dolía mucho porque había tomado el brebaje que le dio Klefos, pero eso no evitaba que la Lyperia siguiera avanzando.

-Es que no hay forma de saber si en verdad funciona – rebatió él -. Podría empeorar o acelerar la enfermedad.

Tarsia señaló la pócima.

-Bueno, supongo que la única forma de saberlo es intentándolo.

-No lo sé, Tarsia – dijo Alakron en tono inseguro -. Todo lo que venga de Krovalon Sarav...

Tarsia se irguió.

-¡Deja de ser un cobarde, Alakron Asmekuros! – espetó - ¡Tómate esa pócima ya!

Alakron parpadeó, sorprendido.

Eran muy pocas las ocasiones en las que había visto a Tarsia enojada y era algo que siempre lo desconcertaba.

Aquel día lucía un vestido azul oscuro con brocado de flores plateadas. El emblema de su casa. Se veía más hermosa que nunca y la ira, por alguna razón, la hacía más deseable. Alakron quiso acercarse, pero no podía. Ella ya no era su prometida.

Tomó el frasco y retiró el tapón, luego miró a Tarsia antes de engullir buena parte del contenido. Su rostro se contrajo horriblemente y su cuerpo se sacudió por las arcadas que le generaron la textura viscosa y el sabor a hierbas muertas.

Tarsia sonrió suavemente y Alakron supo que se estaba burlando de él.

-¿Ves? – dijo ella – No fue tan malo.

Tarsia se dio la vuelta para irse.

-Espera – dijo él -. No te vayas, tengo que decirte algo.

-No hay nada más que decir, Alakron – repuso ella, aún de espaldas -. Lo único que importa es que tú estés bien.

Alakron pellizcó la cinturilla de su pantalón. No pedía perdón a menudo y hacerlo le costaba.

-No, no es así. Yo... no debí cancelar nuestro compromiso de esa manera.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora