Danysa
La carroza se detuvo bruscamente y Danysa puso una mano protectora sobre su vientre abultado, como por acto reflejo. Esperaba que nadie lo notara porque su embarazo no estaba tan avanzado, pero conocía a Venarko y sabía que le costaba mucho ser discreto y feliz a la vez.
-Tenga cuidado al bajar, mi señora – dijo Sayra cuando uno de los guardias abrió la puerta y le tendió una mano enguantada.
Dany la aceptó y bajó de la carroza.
El Castillo Oscuro se alzaba tan grande, negro e imponente como ella recordaba, cuyos torreones eran tres veces más altos que los de Linarkos. Sin embargo, cuando el frío viento la golpeó en el rostro y erizó su piel, extrañó la calidez que provenía de los bosques frondosos de su castillo.
La última vez que Danysa había estado en el Castillo Oscuro, había sido tres años atrás en la ceremonia de compromiso de su hermano con Fakurya Iskaleon. En ese entonces, sólo había habido lugar para la alegría y la celebración, y aunque el castillo seguía siendo el mismo, ella no pudo evitar ver esas murallas como el último destino de Devron antes de morir.
No tuvo demasiado tiempo para sumirse en la melancolía, porque Venarko ya descendía los peldaños casi corriendo, seguramente advertido por los guardias y centinelas de que ella se encontraba en la fortaleza.
Su rostro pálido y suave estaba cruzado por varias emociones intensas que batallaban por manifestarse e imponerse. Sus ojos centelleaban de felicidad, pero sus facciones estaban rígidas por el enojo y la preocupación.
-¡¿Qué estás haciendo aquí?! – inquirió salvando la distancia que los separaba – Tendrías que estar en Linarkos cuidando tu vida y la de nuestro hijo.
-Ya cálmate, por Los Dioses – repuso Dany alargando una mano para acariciarle la mejilla -. No seas tan trágico que no he venido a pelear en una guerra, sólo ha sido un viaje corto.
Venarko sacudió la cabeza y el cabello plateado se le enroscó sobre los hombros. Estaba tan largo que bien podría hacerle una trenza.
La mera idea la hizo reír, pero más que la urgencia de cortarle el cabello, a Danysa le preocupaban las ojeras marcadas que tenía bajo los ojos y lo delgado que se veía.
-¿Por qué viniste? - alzó el cuello por encima de ella y sólo vio a Sayra - ¿Cuántos guardias te escoltaron?
-Eso no importa, Venarko – Danysa agitó una mano en el aire -. Eres mi esposo y quise venir a apoyarte en este momento tan difícil por el que estás pasando ¿Cómo está Orzekel?
Venarko se apretó el puente de la nariz.
-Aún no despierta – suspiró -. A veces mueve los dedos un poco y el otro día levantó una mano, pero eso es todo.
Dany asintió con gravedad.
-Me gustaría verlo – dijo y luego se volvió hacia Sayra – ¿Puedes buscar una cámara para nosotras? Una que esté cerca de la de mi esposo.
-No te preocupes, Sayra – intervino Venarko al instante -. Tendrás un lecho para ti sola porque tu señora va a quedarse conmigo en mi cámara.
-Desde luego, príncipe Venarko – repuso ella con una sonrisa.
Venarko tomó a Dany de la mano y comenzó a subir los peldaños muy despacio.
-No voy a quebrarme, ¿sabes?
Él le lanzó una mirada enigmática y socarrona.
-Te conozco, Danysa Sailekon – musitó – y sé que no viniste al Castillo Oscuro sólo para ver a mi hermano.
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Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos Oscuros
FantasyKalyana Leskuren ha ascendido y ha descubierto cuán poderosa es. Sus dones provienen de la magia más oscura y terrible y la unen, desde su nacimiento, al Rey Krovalon Saravenkot, quien desea el poder más que cualquier otra cosa. Movidos por sus sent...