Capítulo 32 ⚔ Lenko

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Lenko


-Eres el hijo mayor de Kresyo Qasteen.

Qasha estaba apoyada contra el muro de la celda con las piernas flexionadas y una expresión insondable.

Lenko sintió la ira fría que emanaba de la guerrera, así que en cuanto los guardias de Qasteen los arrojaron en una de las celdas superiores del Castillo Oscuro, él se tumbó al otro lado de la puerta para darle espacio a ella.

Tenía la cara entumecida y los nudillos estaban rojos e hinchados.

Pero nada le dolía tanto como la indiferencia de Qasha.

Aquellas eran las primeras palabras que decía en todo el día y ya estaba anocheciendo.

Lenko no estaba seguro de lo que ocurría arriba, pero se escuchaban pasos constantes y pesados, además de gritos ininteligibles.

Supo que tendría que salir de allí a como diera lugar en cuanto tuviera la oportunidad.

-Era su hijo – repuso -, pero nunca me trató como se debería tratar a un hijo. Fue igual con mis hermanos y mi madre. No estaba dispuesto a soportarlo, por eso me marché.

-No me dijiste que eras el primer heredero del señorío en Qasteen – exclamó ella en tono ausente.

Lenko estiró las piernas que ya comenzaban a hormiguearle.

-¿Qué importancia tiene eso ahora? No me interesa heredar nada, mucho menos algo que pueda provenir de Kresyo.

-No entiendes nada, ¿verdad? – Qasha casi escupía las palabras – Me pediste que fuera sincera contigo desde el principio. Cada vez que tomaba la decisión de seguir a Oryana, me lo recriminaste porque querías que te pidiera permiso primero.

-Qasha, yo no...

-¿Dónde quedó la sinceridad de la que tanto echabas mano para hacerme sentir culpable, Lenko? – lo cortó ella - ¿Para qué sirvieron tantas estúpidas promesas?

Lenko nunca pudo entender por qué las mujeres, aún en dificultades y problemas bastante serios, tenían la disposición de enojarse por asuntos más irrelevantes.

Sin embargo, no podía ignorar que ella tenía razón.

Se negó a hablar de ciertos aspectos de su pasado porque fue lo suficientemente ingenuo como para creer que nunca volvería a ver a Kresyo Qasteen en su vida.

-Tú no entiendes lo que fue vivir con ese hombre... – se pasó una mano por el cabello, pegajoso de sangre – Tantos años de golpes y castigos cada vez peores. Descargaba su rabia con mis hermanos y conmigo todos los días. Tuve la cobardía de sentir algo de paz cuando me obligaba a ver porque al menos sabía que no me golpearía en esa ocasión.

-¡¿Qué yo no entiendo?! – casi gritó Qasha mientras se ponía en pie – Nunca fui una esclava, aunque hubiera deseado serlo; al menos los esclavos tienen que comer. Sufrí hambre desde pequeña y mis hermanos me entregaron a un armero porque él poseía una granja modesta. Como resultado, a mis hermanos les llegaba una ración decente de granos, papas y frutas cada semana, pero yo tuve que pagar el precio por muchos años – se señaló la mejilla -. Me hizo cosas mucho más horribles que esta cicatriz. No te atrevas a decirme que no entiendo, Lenko.

Alguien pateó la puerta con fuerza.

-¡Ya cállense, maldita sea! – rugió un guardia desde afuera – O voy a tener que entrar a callarlos.

Lenko pensó durante un instante.

-Qasha... - miró a la guerrera mientras se ponía en pie él también. Bajó la voz hasta convertirla en un susurro -, ¿entiendes que ahora lo más importante es salir de aquí? Algo está a punto de ocurrir en el castillo y presiento que mi padre tiene mucho que ver con eso. Prometo que te voy a explicar en algún momento por qué no te dije toda la verdad.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora