Capítulo 31 ⚔ Danerko

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Danerko


Guardias, maestres, sanadores, mujeres y mozos subían y bajaban los peldaños que conducían a las mazmorras en donde Krovalon Saravenkot había encerrado los resultados fallidos de sus experimentos.

La única razón por la que los semihumanos no le servían al Rey y por la que no se los llevó con él al Norte, era porque no había encontrado la manera de hacer que ellos le obedecieran.

Según lo que algunos de ellos le habían contado a Danerko, el maestre Orkien les había dado a beber una pócima tras otra y les había ordenado a los guardias que cortaran extremidades a las criaturas con el fin de hacerlas más sumisas. Pero aparte de sentir dolor, los semihumanos, como todos los llamaban, intentaban atacar a Krovalon en cuanto lo veían.

Habían conservado sus mentes y conciencias intactas, a diferencia de los gigantes.

Danerko concluyó que el Rey había encerrado a los semihumanos allí abajo con la esperanza de hallar algún día, con la ayuda del maestre Orkien, el modo de someterlos a su voluntad. Pero encontraría las jaulas y las mazmorras vacías cuando llegara a Edron, porque Danerko estaba liberando a todos aquellos que pudieran caminar por sí mismos y que no estuvieran heridos o enfermos.

Muchos semihumanos estaban famélicos y casi en los huesos, así que los mozos y las mujeres los estaban alimentando con semillas blandas, pescado crudo y trozos de carne sin cocer, ya que eso era lo único que aceptaban comer.

No engullían nada que estuviera dulce, caliente o que contuviera especias.

Danerko ordenó que les quitaran las cadenas y los llevaran a las barbacanas en donde se atendían a los enfermos. Eso, en el caso de los que estaban en las jaulas y que tenían extremidades escamadas y secas, o aquellos que tenían vello similar al de los osos y leones.

No fue posible sacar de las mazmorras a los semihumanos cuya piel era babosa o a los que poseían aletas y colas palmeadas en lugar de piernas.

Ellos dependían completamente del agua salada del lago que había en las mazmorras, y corrían el riesgo de morir si se los alejaba mucho de allí. Así lo comprobó Danerko luego de que una chica con branquias en las costillas y aletas en lugar de manos, comenzó a retorcerse y su rostro azul se tornó casi negro cuando dos guardias intentaron sacarla de las mazmorras.

Danerko creía que los semihumanos con partes de animales marinos, poseían también las debilidades y limitaciones que ellos tenían. De forma que, al menos por un tiempo, los semihumanos con forma de pez, tendrían que permanecer allí abajo.

Además de los maestres y sanadores, Danerko también había hecho llamar a dos brujos, Hylon y Kestya, dos hermanos que vivían en los alrededores de Edron. Aunque eran muy buenos sanadores, según los rumores de los guardias y aldeanos, vivían modestamente porque sólo curaban a personas de origen humilde y ellos sólo podían pagarles con frutas, animales y objetos de madera como armarios, mesas y camas.

Sin embargo, los brujos nunca pasaban hambre y Danerko supo por la posición recta y la certeza de su mirada, que nada los satisfacía más que curar y que ningún oro en el mundo los haría cambiar de opinión.

-¿Qué quieres, Danerko Saravenkot? – inquirió Hylon, hundiendo sus dedos bajo el cinturón de su pantalón. Sus ojos castaño oscuro tenían ese brillo misterioso que caracterizaba a todos los brujos; sus manos estaban manchadas y callosas luego de mezclar distintas hojas y sustancias con ellas – No sabemos cómo curarte si es eso lo que esperas de nosotros – señaló las piernas de Danerko con una inclinación de cabeza -. Y tampoco lo haríamos si supiéramos.

Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora