Taluryo
Luego de rodear el Castillo Oscuro y abrir una verja cubierta de enredaderas y hojas, Taluryo y los demás atravesaron un jardín exótico y único en el que crecían rosas negras. Bastenon Iskaleon lo llamaba el Jardín Sombrío y desprendía un olor penetrante que ya comenzaba a marearlo.
El Rey del Norte pensó que no era buena idea entrar a la fortaleza por las puertas principales, ya que no quería armar revuelo y ciertamente, llegar con dos Akeryos, un Rey extranjero y la comandante de los Akeryos en sus brazos, desvanecida, no ayudaba a ese propósito.
Luego de cruzar el Jardín Sombrío, encontraron un amplio campo de piedra descuidado que debió haber sido un patio de armas tiempo atrás y que ahora lucía bastante abandonado. Ahí aguardaron hasta que Kalyana comenzó a despertar poco a poco. Los Derakyos desaparecieron luego de que abandonaron el bosque de los brujos y emergieron de los matorrales cuando ya estaban muy cerca del castillo. En ese momento estaban tendidos en la tierra, uno a cada lado de ella. Parecía que dormían, pero Taluryo vio que tenían los ojos abiertos y los movían a todos lados, como vigilando todo lo que ocurría.
-¿Qué pasó? – preguntó Kalyana, revolviéndose entre los brazos de Bastenon y mirando a todos lados con ansiedad - ¿En dónde estamos?
Bastenon le apartó el cabello del rostro y en el suyo se dibujó una expresión de alivio. Taluryo se obligó a desviar la mirada. Estaba convencido de que el Rey del Norte sólo había pedido a Kalyana como esposa porque obedecía a las costumbres frívolas de la nobleza, pero había comenzado a notar con un regusto amargo que él en verdad estaba enamorado de ella.
-En el Castillo Oscuro, Oryana – repuso él sin dejar de mirarla - ¿Ya no recuerdas este lugar? Venías a entrenarte aquí todas las mañanas con Qasha.
Kalyana se incorporó y pareció tranquilizarse cuando vio a Lenko y a la guerrera.
-Todos están bien – dijo más para sí que para alguien más.
-Sí – asintió Lenko - ¿Por qué no íbamos a estarlo?
Oryana sacudió la cabeza y cuando alzó la mirada, Taluryo no pudo distinguir en ella otra cosa más que oscuridad.
-¿Dónde está Sarka, Bastenon? – Kalyana se puso en pie y se llevó la mano al brazo vendado con una mueca de dolor.
-Tuvimos que sacarte el grillete, comandante – explicó Lenko.
-Sí... ya lo recuerdo – repuso en un tono sombrío -. Gracias.
Taluryo vio que ella aún tenía los labios teñidos del color azul oscuro que dejaba el Sueño Blanco.
-Debe estar en la cámara de Sarela – masculló Bastenon, también levantándose -. Vamos, te llevaré al torreón y yo mismo iré a buscarla.
-No, Bastenon. Yo quiero ir a buscarla contigo...
Pero no fue necesario, ya que tres figuras se aproximaban a ellos por el corredor.
Taluryo reconoció a la hermana de Bastenon y a Sarka Leskuren, ambas iban ataviadas con vestidos muy elegantes, pero nunca había visto al chico jorobado que venía con ellas. Era un Akeryo, a juzgar por la marca que tenía en el brazo y por su forma de vestir, muy similar a la de Kalyana, Lenko y Qasha.
-¡Rokken! – saltó Qasha con alegría mientras abrazaba al mozo.
Lenko palmeó su espalda encorvada y le sonrió con afecto.
Taluryo se volvió hacia la princesa Sarela y la encontró mirándolo con una expresión velada. Se veía más bella de lo que él recordaba cuando estaban bajo la tienda en Los Puntos. Lucía un vestido plateado que dejaba sus hombros al descubierto y que le ceñía la cintura esbelta.
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Ascenso a la oscuridad, Libro II Reinos Oscuros
FantasyKalyana Leskuren ha ascendido y ha descubierto cuán poderosa es. Sus dones provienen de la magia más oscura y terrible y la unen, desde su nacimiento, al Rey Krovalon Saravenkot, quien desea el poder más que cualquier otra cosa. Movidos por sus sent...