Capítulo 7: Si no chocamos antes.

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- ¿Te gustan los helados? – preguntó Amelia.

Luisita llevaba unos minutos en silencio, caminando del brazo de Amelia con gesto serio. "Solo amigas. Solo amigas. Solo amigas" se repetía. La pregunta de la actriz la sacó de su ensimismamiento.

- Perdona, ¿qué? – dijo despistada la rubia.

- Qué si te gustan los helados, te preguntaba – dijo con una sonrisa suave y ternura en los ojos.

- Ah...sí, sí, ¡claro! ¿A quién no le gustan los helados? – preguntó retóricamente – Si hay alguien, yo no quiero conocerlo. No me fío – dijo sonriendo al fin.

Amelia dio una risotada sincera ante la ocurrencia de su acompañante.

- Pues también es verdad – le dio la razón, divertida – Te lo preguntaba por si me había equivocado en la elección de lugar. Hay un sitio aquí cerca, que tiene los mejores helados de todo Madrid.

- Genial. Me encanta – y miró a Amelia a los ojos durante unos segundos para, luego, bajar la mirada con una sonrisa en la cara.

El poco trayecto que las separaba de la famosa heladería, lo pasaron hablando sobre sabores de helados y sobre cual escogería cada una. El problema para Luisita fue que, al llegar y ver el enorme expositor lleno, no supo cual tomar, así que, pidió una tarrina con tres distintos, "para probar" aseguró: leche merengada, vainilla con nueces de Macadamia y donut. La rubia no se podía creer que alguien hubiera hecho un helado con sabor a donut. "Menuda genialidad" había dicho ante la mirada divertida de su acompañante. Amelia cogió un cucurucho con una gran bola de helado de tarta de queso con salsa de frambuesa que parecía delicioso.

- ¿Puedo probar de los tuyos? – preguntó Amelia como si fuera una niña pequeña.

- Claro – y Luisita le pasó su cucharilla.

Amelia degustó los tres y cada vez que el helado tocaba su lengua, cerraba los ojos y emitía un sonido de placer que a Luisita le estaba poniendo realmente nerviosa.

- Buenísimos – aseguró la morena – Tienes muy buen gusto.

- No lo sabes tú bien ... - murmuró

Salieron de la heladería caminando tranquilamente la una junto a la otra.

- Aquí cerca hay un parquecito que me encanta – aseguró Luisita.

- ¿Sí? Pues venga, llévame y nos sentamos a terminarnos los helados – sonrió.

Al llegar se sentaron en un banco. Parecían tímidas y más interesadas en comerlos que en otra cosa.

- ¿Te caigo mal? – preguntó Amelia de la nada.

La rubia casi se atraganta y abrió los ojos cómicamente,

- ¿Qué? No – aseguró rápidamente - ¿Por qué crees eso? – preguntó espantada.

- No sé. Siempre me ha dado esa sensación – aseguró mientras bajaba su mirada triste - Cuando íbamos juntas al instituto, nunca hablabas conmigo, ni me mirabas y, cuando empezamos con las clases, apenas me dirigías la palabra a no ser que fuera para hablar de la asignatura – probó de nuevo su helado – y ahora tampoco pareces muy contenta de estar conmigo – y le regaló una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Luisita la miraba casi sin parpadear mientras le explicaba todo aquello.

- No me caes mal, Amelia. Jamás me has caído mal – le aseguró y esta vez le buscó la mirada para que la morena viese que estaba siendo sincera – Es solo que, bueno...tú eras... Amelia – e hizo un gesto de grandeza con las manos.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora