Llevaban toda la mañana dándoselo todo. No sabía cuánto tiempo habían pasado en aquella habitación, pero estaría feliz de poder quedarse así, tal cual estaba, al lado de aquella mujer desnuda, que ahora descansaba a su lado.
Tenía todos los músculos de su cuerpo agotados, casi doloridos, pero nunca había estado tan feliz de poder sentirlos de aquella manera. Luisita acariciaba la espalda de Amelia con la yema de los dedos, recorriendo todos los lunares que veía, formando constelaciones imaginarias. La morena, tendida boca abajo, la miraba, casi somnolienta, apoyada sobre sus propios brazos con una sonrisa.
- Tienes un lunar justo aquí - dijo centrando sus caricias en una pequeña parte de la zona baja de la espalda de Amelia - ¿Lo sabías? - la morena negó con la cabeza - Creo que, hasta ahora, es mi favorito.
Luisita estaba susurrando, como si aquella conversación fuera un secreto, como si no estuviesen solas en aquel cuarto o en aquel piso y necesitase que Amelia, y solo Amelia, supiese esa información, que ahora mismo le parecía vital.
- Pues mis demás lunares van a tener envidia de ese... y tengo muchos - dijo en el mismo tono la morena.
- Bueno, les daré las explicaciones que ellos necesiten... uno a uno - aseguró mientras se inclinaba sobre la espalda de Amelia y empezaba a besar cada uno de ellos.
Amelia suspiró y cerró los ojos al sentir los labios de Luisita sobre su cuerpo de nuevo. No podía creer lo rápido que su sistema reaccionaba ante aquella mujer que, ahora, casi estaba tendida sobre ella.
Se giró para poder quedar frente a frente con Luisita y, ésta, volvió a recorrerla con la mirada. Se mordió el labio inferior mientras una sonrisa se le escapaba.
- ¡Dios, Amelia! Eres preciosa. Mucho más de lo que nunca podría haber imaginado - le dijo acariciando su pecho con parsimonia.
- Vaya... así que ¿me has estado imaginando? ¿eh? - sonrió de medio lado levantando una ceja.
- Bueno... hasta esta mañana, justo antes de la hora del desayuno, no pensé que podría hacer otra cosa que imaginarte, la verdad - le confesó antes de darle un beso suave en los labios - Y hablando de desayuno... tengo un hambre atroz ¿te parece que nos levantemos a comer algo?
- Lo de levantarse me parece una opción que no deberíamos contemplar - dijo Amelia y la atrajo otra vez a su boca para probarla de nuevo.
Se estaban besando, otra vez y, otra vez, empezaba el juego que habían comenzado y terminado varias veces a lo largo de la mañana.
Un móvil comenzó a sonar. Luisita detuvo lo que estaba por hacer para buscar de donde venía aquel sonido tan inoportuno. Era el teléfono de Amelia, que descansaba en la mesita que había junto a su cama. Amelia la cogió por la nuca para volver a besarla, pero el móvil no se callaba.
- Cógelo - beso - Amelia - beso - que puede ser - beso - importante - beso.
- ¿Si lo cojo me dejarás seguir con lo que estaba por hacer? - le decía casi sin parar de besarla.
- Prometido - otro beso más.
- Está bien - y suspiró de frustración antes de incorporarse de la cama para descolgar el dichoso teléfono. En la pantalla parpadeaba un nombre. - ¡Nacho! Espero que lo que tengas que decir sea muy importante - y miró a Luisita con una sonrisa.
Ambas, en un acto inconsciente y absurdo de vergüenza por verse desnudas delante de la voz al otro lado del teléfono, se cubrieron con las sábanas.
- Amelia, cariño, ¿estáis bien? María lleva toda la mañana llamando a su hermana y no le coge el teléfono. Ya pensábamos que os habría pasado algo - dijo de corrido el actor.
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Después de tanto tiempo
RandomLuisa Gómez se entera de que su compañera de instituto y primer amor, Amelia Ledesma, va a empezar a trabajar en una longeva serie de televisión. #Luimelia *Esta historia está inscrita en el Registro de la propiedad intelectual*