El día que sortearon los tipos de vida que puede tener una persona, a Amelia Ledesma le tocó una de las más difíciles.
Se crio en una familia pequeña, solo estaban su madre, su padre y ella. Su madre siempre decía, a escondidas, que tuvo suerte de quedarse embarazada solo una vez, porque, aunque amaba a su hija con todo su ser, no quería que nadie más pasase por lo que ellas dos estaban pasando.
El señor Tomás Gutiérrez le dio a Amelia tan solo tres cosas en su vida: su apellido, el color de su pelo y una existencia miserable y aterradora. La única razón que tenía Amelia para volver a casa todos los días era su madre, Devoción, que procuraba hacerle la vida más fácil a pesar de todo lo que ella misma sufría.
El primer día que la morena coincidió con Luisita en la misma clase de 1º de bachillerato, la vio sentada en su pupitre. Estaba hablando con una compañera animadamente y la otra chica no podía parar de reír. Aquella chica rubia, de sonrisa amable y ojos enormes y expresivos, le parecía un ser de luz, capaz de alegrarle el día a cualquiera, incluida ella, aunque ni siquiera llegasen a hablar.
Amelia recuerda cuando su profesor le dijo que le vendrían bien unas clases particulares para poder superar su asignatura. La Literatura no le gustaba nada y se le estaba atragantando. Pero ella sabía que su padre no querría pagar por ellas y así se lo hizo saber a su profesor.
- Sé que no voy bien en tu asignatura, Ricardo, pero no puedo pagar unas clases – dijo con tristeza aquella niña.
- No te preocupes por eso. Yo puedo darte explicaciones extra, pero si con eso no llegas puedes pedirle a uno de tus compañeros que te ayude – le contestó.
- ¿Tú crees que alguno querría ayudarme? – preguntó la morena.
- Mira, sé que, al menos una de tus compañeras ha dado un empujón a algún que otro alumno de mi clase. Creo que a ella no le importaría – aseguró el profesor.
- ¿Quién? – preguntó
- ¿Conoces a Luisa Gómez Sanabria?
Amelia se puso nerviosa al escuchar aquel nombre. No sabía si accedería. Luisa, o Luisita, como la llamaba todo el mundo, casi no la miraba y nunca habían hablado, pero algo la impulsó a pedirle aquel enorme favor sin conocerla.
Cuando la vio sentada en las escaleras del instituto, rodeada de amigas y de risas, como siempre, tomó aire y se acercó con su mejor sonrisa.
- ¡Hola! – la saludó
- Eemmm... ¿es a mí? – preguntó Luisita mirando para todos lados. Parecía confusa.
- Sí, claro, Luisita – sonrió aún más la morena.
- Ah...ya...claro...pues...dime – le contestó la rubia.
- Es que me ha dicho Ricardo, el de Literatura, que podría hablar contigo. Me ha comentado que se te da genial su asignatura y me preguntaba si podrías darme algunas clases particulares, a ver si consigo aprobar este curso – le soltó de carrerilla. Pero Luisita no le contestó de inmediato y Amelia lo tomó como una negativa – pero si no puedes o no quieres no pasa nada, ¿eh?
- ¿Qué? No, no, no... - contestó al fin – Es solo que no me lo esperaba – y le sonrió para alivio de la morena – Claro que puedo.
- ¡Genial! – dijo con entusiasmo – Dame tu número, luego te escribo y hablamos de esto tranquilamente, ¿vale?
- Vale.
Los siguientes meses los pasó recibiendo las clases de aquella chica dos tardes a la semana. La mayoría de las veces Luisita quería que se dieran en casa de Amelia "hay mucho jaleo en la mía" decía, aunque a la morena le aterraba que aquella chica se pudiera ver envuelta en alguna situación incómoda con su padre. Otras tardes, las menos, iban a casa de los Gómez y la rubia no exageraba cuando decía que no existía el silencio entre aquellas cuatro paredes. A pesar de eso, a Amelia le parecía un lugar tranquilo, lleno de paz y armonía, lleno de amor.

ESTÁS LEYENDO
Después de tanto tiempo
AcakLuisa Gómez se entera de que su compañera de instituto y primer amor, Amelia Ledesma, va a empezar a trabajar en una longeva serie de televisión. #Luimelia *Esta historia está inscrita en el Registro de la propiedad intelectual*