Capítulo 12: ¿Y ahora?

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Luisita había pasado una noche terrible. El recuerdo de lo que había soñado al quedarse dormida en el sofá, y con Amelia sentada justo a su lado, la avergonzaba. La sola posibilidad de que la morena se hubiese dado cuenta de lo que estaba pasando por su mente, la atormentaba. Pensaba que quizás había hablado o hecho algún ruido vergonzoso que pudiera delatarla mientras dormía, o tal vez Amelia podía leerle el pensamiento, en cuyo caso, preferiría que se la tragase la tierra en ese preciso instante.

Pero el día no esperaba a nadie y amaneció. Luisita se levantó de la cama de su hermana y se fue directa a la cocina a preparar algo de desayuno. Quizás, si hacía como si no hubiera imaginado a Amelia tocándola y devorándola, esa sensación que tenía desde que la morena la despertó la noche anterior, desaparecería.

Acababa de poner pan dentro de la tostadora, cuando oyó a Amelia salir de su cuarto, meterse en el baño y activar la ducha. Aún le quedaban unos minutos para tranquilizarse antes de tener que verla.

Cuando terminó de preparar el desayuno, oyó la puerta del baño abrirse. Luisita estaba cogiendo los platos y los cubiertos, cuando sintió los ojos de Amelia sobre ella. Tomó aire para darse impulso y se giró sonriendo, dando los buenos días con toda la energía que fue capaz de reunir. Pero la visión que la vida le regaló, hizo que se congelara al instante.

Amelia llevaba su albornoz puesto y, al parecer, solo su albornoz. Se secaba el pelo, aún húmedo, con una toalla. Iba descalza y le sonreía.

- Buenos días, Luisita. Espero que no te importe que me haya dado una ducha antes del desayuno.

Luisita tragó en seco, cerró la boca y habló con la mayor tranquilidad que pudo.

- No, claro que no me importa. Ya te dije que estabas en tu casa – y le dedicó una sonrisa. – Ya tengo todo casi listo.

- Ay, muchas gracias. Eres un sol – le aseguró – No me malacostumbres que luego tengo que volver a la realidad y Nacho no sabe preparar ni un huevo frito.

Luisita rio sinceramente, meneando la cabeza, mientras recogía lo que había en la encimera de la cocina.

- Si le llegan a decir a la Amelia de diecisiete años que la iban a cuidar tan bien, no se lo hubiese creído – dijo la morena con una sonrisa triste.

- Bueno, si le llegan a decir a la Luisita del diecisiete que iba a tener a su Amelia en la cocina, recién levantada y duchada y con su albornoz puesto, habría llamado a un psiquiátrico para que encerrasen a quién sea – dijo sin mirarla y sin pensar, mientras sonreía recogiendo unas migas que habían caído en la encimera.

En cuanto aquello salió de su boca y entendió lo que acababa de decir. Luisita cerró los ojos "¿Acabas de decir lo que acabas de decir?" pensó.

- ¿Su Amelia?

"Sí, sí que lo has dicho" concluyó para si.

- Emmmm... – y se giró para mirarla.

Luisita estaba totalmente ruborizada. Amelia la miraba expectante y con una sonrisa suave.

- A ver...quería decir que...bueno, ya sabes... tú eras Amelia – y volvió a hacer el gesto de grandeza con las manos, esta vez más exagerado – y bueno... le gustabas a medio instituto... y claro... - no podía dejar de hablar y se estaba odiando por ello.

- Ya... y ese medio instituto... - hizo una parada que a Luisi le pareció eterna - ¿te incluía? – preguntó sonriendo de medio lado mientras levantaba una ceja.

- Bueno... ya te he dicho que le gustabas a medio instituto – dijo mirando a todas partes, menos a la mujer que tenía delante.

- No me importa ese medio instituto – dijo dando dos pasos muy lentamente – Me importa si te gustaba a ti, Luisita.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora