Capítulo 11: Un padre como el tuyo.

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Luisita estaba nerviosa. Amelia y ella estaban caminando hacia la casa de los Gómez, charlando y riendo, pero ella no dejaba de pensar en que, aquella mujer, iba a conocer su familia al completo y no sabía cómo iba a reaccionar. Su madre ya la conocía y la adoraba, pero su padre y su abuelo no la habían visto nunca porque, cuando Amelia iba a casa, siendo unas adolescentes, ellos siempre estaban en el restaurante familiar. Y sus hermanos pequeños eran unos salvajes. Luisita siempre decía que si no supiera de dónde habían salido, creería que los han criado unos lobos.

Por fin llegaron al portal y subieron las escaleras que las separaban de la casa de los padres de Luisita. Dio un gran suspiro.

- Antes de entrar, quiero pedirte perdón por adelantado por todas las preguntas incómodas que sé que van a hacerte y por mis hermanos pequeños – dijo Luisita antes de llamar a la puerta.

Amelia rio suavemente.

- Tranquila. Estoy deseando conocerlos – dijo acariciándole el brazo.

- Vale – soltó aire de sus pulmones – Allá vamos – y golpeó la madera tres veces.

Dentro se oían muchas voces solapándose las unas con las otras y, cuando la puerta sonó, hubo un corto silencio.

- Voy – dijo Manolita desde el interior.

La puerta se abrió y las tres mujeres sonrieron ampliamente al verse.

- ¡Amelia, hija! ¡qué sorpresa tan agradable! – y se abalanzó sobre ella para abrazarla.

- Espero no molestar, Manolita. Estaba con Luisita, me ofreció venir y no pude rechazar semejante oferta – dijo sonriendo dentro del abrazo.

- ¡Claro que sí! Nosotros encantados de tenerte aquí. Pasa, hija – le dijo la madre apartándose de la puerta para dejarla entrar.

- Yo también me alegro de verte, mamá – dijo Luisita, que hasta ese momento había sido ignorada por su madre, fingiendo molestia.

- Ay, hija mía, ven aquí y dale un abrazo a tu madre – y la rubia obedeció con una sonrisa - ¿Y tu hermana? ¿Viene más tarde?

- No, mamá. María hoy tiene lío en el King's. Tiene que preparar un evento o algo así – excusó a su hermana.

- Hay que ver que tu hermana ¿eh? No para. Debe estar agotada – dijo Manolita inocentemente.

- Sí, sí, a estas horas tiene que estar ya al borde del desmayo – Amelia y ella se miraron aguantando la risa.

Las tres mujeres pasaron al salón de la casa de los Gómez que estaba a rebosar. Pelayo estaba sentado en el sillón junto a su hijo Marcelino y ambos se levantaron al verlas entrar.

- Marce. Suegro. Os presento a Amelia Ledesma. Es la actriz de la que os hablé, la que trabaja en la novela que veo por las tardes y es amiga de Luisi desde que eran unas crías – los presentó Manolita llena de ilusión.

- Encantada – dijo la morena con una sonrisa tierna mientras se acercaba para darle dos besos a cada uno.

- Un placer – dijo Pelayo.

- Lo mismo digo – afirmó Marcelino.

Charlaron un buen rato, en medio del salón y le presentaron al resto de los hermanos. Manolita apareció con una gran bandeja llena de café y dulces.

- Marce, cariño, ve a por lo que queda en la cocina, que nos va a dar la cena sin haber merendado.

Marce obedeció y la mesa se llenó de café, bizcochos, dulces de todas las formas imaginables y muchas risas. Las conversaciones se cruzaban y Luisita no podía parar de mirar a Amelia. Parecía feliz rodeada de toda esa locura, probando cada postre hecho por su padre y jugando con los más pequeños de la casa. Cuando estos últimos, se fueron a sus habitaciones a jugar "para dejar hablar a los mayores", según había dicho Pelayo, el abuelo y Manolita empezaron a recoger la mesa. Amelia hizo amago de ayudarles, pero no se lo permitieron. Así, la morena, Luisita y Marcelino se quedaron solos en el salón. Ninguno de ellos comenzó una conversación, pero el más mayor se quedó observando a las dos mujeres. Alternaba su mirada entre Luisita y Amelia, que se miraban furtivamente cuando creían que la otra no podía verla.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora