Amelia se movía por la cocina del piso de las hermanas Gómez como si fuera la suya propia. Iba de un lado a otro sacando todo lo necesario para prepararle el desayuno a su chica, que aún dormía. Era sábado y María no estaba. Había dicho que se quedaría con Nacho al salir del trabajo y no volvería hasta el lunes. No era nada extraño. Era la rutina que los cuatro se habían marcado sin siquiera haberlo hablado.
Hacía meses que ocurría así. María dormía con Nacho y Amelia se iba al piso de las Gómez y así todos tenían la intimidad que querían, al menos durante los días de descanso laboral.
Amelia llevaba puesta una bata que había dejado hacía ya un tiempo en casa de Luisita. De hecho, si abrías el armario, muchas de sus cosas ya colgaban de perchas al lado de las de su novia.
Estaba cortando fruta cuando unas manos se deslizaron por su cintura, abrazando su cuerpo por la espalda.
- Buenos días, preciosa - dijo la rubia dejándole a Amelia un beso en la parte trasera del hombro izquierdo y apoyando su barbilla en él.
- Buenos días, cariño - y dejó lo que estaba haciendo para agarrar las manos de Luisita que descansaban en su vientre, con las suyas - ¿Has podido descansar?
- Bueno... he descansado lo que cierta morena me ha dejado descansar - dijo mientras se mecían juntas en aquella posición tan íntima en la que se encontraban.
- Vaya... habrá que decirle a esa morena que te deje tranquila, que necesitas dormir - dijo siguiéndole el juego a la rubia.
- Quita, quita.... si es por lo que me hizo anoche, déjala que me quite el sueño todas las noches de mi vida - susurró con la boca pegada a la oreja de la morena.
Amelia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escucharla y sentirla decir aquello. Y se giró, al fin, para poder quedar frente a su chica. La morena agarraba a Luisita por la cintura y ésta, rodeaba su cuello por los hombros.
- Me encantaría hacer lo que me pidas cada noche - le contestó Amelia.
Se acercó a Luisita y comenzó a besarla lentamente. Se había convertido en una rutina entre ellas que su primer beso de la mañana fuera así, lento e intenso, como si eso les asegurara un día lleno de cosas bonitas solo por dárselo.
- Y ahora sí que podemos decir que ha empezado el día - dijo Luisita al separarse aún con los ojos cerrados y una gran sonrisa en los labios.
- Anda... - dijo riéndose la morena - Vamos a desayunar - se separaron para poder poner la mesa y Amelia aprovechó que Luisita pasaba por su lado para darle un azote cariñoso en el trasero con la mano.
- ¡Au! - dijo Luisi mientras se frotaba la zona - No empieces que nos conocemos - le aseguró con el dedo en alto aguantando la risa.
- No lo he podido evitar, cariño - le contestó la morena con cara de resignación - Estaba ahí delante y he tenido que hacerlo. Él me ha lo ha pedido y yo no puedo negarle nada. Ya sabes que me encanta - decía con sorna.
- Claro, claro, mi culo te obliga...es eso... - dijo mordiéndose el labio después - Serás... - cogió un trozo de pan que descansaba en la encimera y se lo tiró.
Las dos reían en la cocina mientras se tiraban pequeños trozos de comida. Parecían dos niñas...enamoradas, eso sí, pero niñas. Luisita consiguió cogerle las manos a Amelia, justo cuando iba a lanzar un trocito de fresa. La miró a los ojos, se mordió el labio y, sin desconectar la mirada, se llevó la mano de Amelia a la boca y se comió la fruta rozando su lengua con los dedos de la morena.
Amelia miró cada paso de aquel gesto tan increíblemente sexi con la boca abierta. Ya no se reían. Los ojos de Luisita estaban oscuros y la morena, en un acto reflejo se humedeció los labios con la lengua.
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Después de tanto tiempo
RastgeleLuisa Gómez se entera de que su compañera de instituto y primer amor, Amelia Ledesma, va a empezar a trabajar en una longeva serie de televisión. #Luimelia *Esta historia está inscrita en el Registro de la propiedad intelectual*