Capítulo 29: Aún...

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Un pequeño rayo de luz se coló por una de las rendijas de la persiana de la habitación de Luisita y despertó a la rubia. Estaba costándole abrir los ojos. Se sentía agotada después del día de ayer. El trabajo, la presentación del libro, Amelia en su casa... "¡Un momento!" pensó Luisita aún con los ojos cerrados mientras fruncía el ceño "¿Amelia estuvo en casa anoche o lo he soñado?"

No se atrevió a abrir las pestañas aún, aunque no supiera bien por qué, así que, lentamente, extendió el brazo y palpó la superficie de su cama con la palma de la mano, pero no notó nada. Por fin, entreabrió los ojos, la luz le molestó y chasqueó la lengua en señal de queja.

Se sentó en la cama mientras guiñaba los ojos de forma alterna para intentar acostumbrarse a la luz y buscó por la habitación algún rastro de la morena, sin éxito "¿Lo he soñado?" se preguntaba mientras miraba a su alrededor. Levantó las sábanas de su cuerpo y comprobó que estaba completamente desnuda. Imágenes de Amelia arrancándole la ropa la noche anterior, tocándola, lamiéndola, se agolparon en su mente "No lo soñé" susurró volviendo a taparse "No soy tan buena imaginando" pensó "Pero, entonces... ¿se ha ido sin despedirse?" La idea le angustió rápidamente.

En ese instante, un ruido metálico, procedente de la cocina la sacó de su pensamiento. "Amelia..." murmuró con una sonrisa suave en los labios, expulsó el aire que no sabía que estaba conteniendo y se decidió a levantarse de la cama poniéndose una bata de raso azul que tenía colgada detrás de la puerta.

Cuando llegó a la cocina, Amelia estaba delante de los fogones de espaldas a la puerta. Solo llevaba puesta la camisa que Luisita le hizo quitarse la noche anterior y las braguitas negras que la rubia le ayudó a sacarse. Estaba descalza y su melena caía por sus hombros.

Luisita la observó desde la puerta y su corazón dio un vuelco. Verla ahí, de nuevo, en su casa, tan doméstica, intentando cocinar algo, era como un sueño y los ojos se le llenaron de lágrimas.

- ¡Mierda! – espetó Amelia de repente mientras sacudía la mano y se la llevaba a la boca para chuparse un dedo, después de apagar el fuego.

- ¿Estás bien? – preguntó preocupada Luisita mientras se acercaba a ella.

Amelia dio un pequeño brinco y se giró para mirar a la rubia.

- Me has asustado – dijo con una sonrisa suave en los labios y volvió a meter la parte dañada de su mano entre sus labios.

- ¿Te has quemado? – le cogió delicadamente su mano.

- Un poco... - dijo mirando como la rubia revisaba los daños.

- Ven... - dijo tirando de ella – Mete la mano debajo del grifo abierto. Te aliviará. – aseguró abriéndolo y dejando que el agua corriera por el dedo de Amelia.

- Gracias. – contestó la morena con una sonrisa sin quitarle los ojos de encima a la rubia.

- No hay por qué darlas. – dijo mientras le secaba la zona con un paño y soplaba con suavidad la zona para intentar calmar la quemazón.

Al fin, Luisita levantó la vista y se encontró con los ojos de Amelia. Ambas sonrieron a la vez.

- Hola. – dijo Amelia sonriendo ladeando la cabeza.

- Hola. – contestó la rubia y se mordió la sonrisa.

- ¿Has...? ¿Has dormido bien? – preguntó la morena tímidamente.

- Sí... bueno... poco... pero bien... – contestó la rubia aún con la mano de Amelia entre las suyas.

Se miraban a los ojos, otra vez, como antes, como siempre, como nunca debió dejar de ser y las dos rieron suavemente a la vez. Luisita suspiró y apartó la vista de la morena, para mirar los fogones.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora