Capítulo 10: Los Gómez que conozco, me encantan.

6K 387 191
                                    

Amelia se bajó, entre risas, de la espalda de Luisi estando dentro del ascensor. La rubia no había permitido que lo hiciera antes. Al llegar a la puerta, Luisi abrió.

- Bienvenida a mi casa - le dijo entrando - Te indico rápido para que no tengas problemas para ubicarte.

- Vale - le seguía Amelia cojeando.

- Ahí está la cocina, la nevera está llena, por si quieres picar algo durante la noche. - siguió caminando por el piso - Esta es la habitación de María y la de al lado es la mía, bueno...esta noche es tuya - la miró y le dedicó una sonrisa a la morena - Esta puerta de enfrente es el baño. Si te quieres dar una ducha, tienes toallas y albornoces en el cajón de arriba del mueble blanco, ¿de acuerdo?

- Estupendo. Si no te importa, me ducharé al despertar - dijo Amelia.

- Claro, cómo quieras. Dame un segundo para que coja un pijama, mi móvil y mis cascos y te dejo la habitación para ti sola - le informó Luisita.

- Claro, por supuesto. Como si estuvieras en tu casa - dijo con sorna y las dos rieron.

- Vaya...muchas gracias. Es usted muy amable - le siguió la rubia entrando en su habitación.

Amelia la seguía despacio. Aún le molestaba el pie. Luisita cogió su móvil y sus cascos que descansaban en la mesita junto a la cama y se fue al armario. De él sacó dos pijamas de verano con camiseta de tirantes y pantalón corto.

- Mira, tengo este pijamita, puedes usarlo. Espero que estés cómoda con él - le dijo mientras se lo entregaba.

- Bien. Muchas gracias, Luisita. - dijo sonriendo suavemente.

- De nada, mujer. Bueno, te dejo que te cambies y te vayas a descansar. Estás en tu casa, ¿de acuerdo? - le hizo saber la rubia.

- De acuerdo.

Luisita salió de la habitación y Amelia se quedó mirando la puerta con una sonrisa. Se cambió de ropa y se dirigió al cuarto de baño para quitarse el maquillaje. Al salir escuchó a Luisita hacer ruido, parecía estar en la cocina. Pensó en ir, pero no quería ser invasiva y se metió, de nuevo, en la habitación. Allí, se permitió unos minutos para inspeccionar aquel lugar. Era el santuario de Luisita, el lugar más privado de una persona. Observando la habitación de alguien, se puede saber mucho de cómo es.

Había un escritorio y, sobre él, un portátil abierto, aunque apagado, supuso que lo usaba con frecuencia y por eso no lo cerraba. En la cama, reposaba un peluche. Era un conejito que parecía que tenía muchos años de vida, le faltaba un ojo y algo de relleno. Una gran estantería, llena de libros de diferentes temáticas, adornaba la pared. En ella también había algún adorno, fotos enmarcadas de su familia y de personas que no reconocía, aunque la rubia salía en todas con una gran sonrisa. Le llamó la atención una foto de María y ella riendo, con unos sombreros ridículos puestos y unos matasuegras en los labios. Parecía que lo estaban pasando realmente bien. Amelia sonrió con el portarretratos en la mano para, después, volver a colocarlo en su sitio.

Necesitaba dormir, así que se metió entre las sábanas. Todo a su alrededor se impregnó del olor de Luisita. Lo respiró. Se giró, mirando hacia la mesita para apagar la luz y lo vio. El vaso desechable que le había llevado a la radio, estaba justo ahí, con su número de teléfono y sus palabras escritas a la vista. Amelia sonrió "Esto es lo último que ve ella antes de dormir" pensó. El sonido de unos nudillos golpeando suavemente la puerta, la sacó de aquel pensamiento.

- ¿Si? - dijo Amelia incorporándose de la cama.

Luisita abrió despacio la puerta y se asomó.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora