Capítulo 23: Esa sonrisa nos persigue.

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Luisita salió al gran jardín del lugar donde se estaba celebrando la gala de aquella noche. Aún llevaba en la mano la estatuilla que le habían dado. Necesitaba un momento de paz y preguntó a uno de los empleados que trabajaban para el evento, si había algún sitio tranquilo al que ir y relajarse un segundo.

Minutos antes había estado posando para un montón de fotógrafos y respondiendo a, lo que a ella le parecieron, un millón de preguntas. Necesitaba respirar un momento antes de volver a entrar y encontrarse de nuevo con sus compañeros y rodeada de gente.

La noche estaba resultando más intensa de lo que ya le parecía en un principio y, encontrarse con Amelia, había sido mucho más impactante que el hecho de que le hubieran dado aquel maravilloso premio.

No sabía por qué había hecho aquello. Haberle dicho esas cosas delante de todo aquel gran salón a rebosar, quizás no había sido la mejor idea que había tenido, pero al verla allí delante, tan emocionada y orgullosa, simplemente le salió. No pudo contenerlo. "Luisa Gómez, tú y tu enorme bocaza" se decía a si misma "Es que no sé ni para que te hablo, si siempre me haces lo mismo" se regañaba.

Al fondo de aquel majestuoso jardín, vio unos destellos azules y se acercó a mirar. Era el reflejo del agua de una piscina. Estaba iluminada desde el fondo y pensó que sería buena idea quitarse un momento los zapatos de tacón, que eran preciosos, pero la estaban matando, y meter los pies un segundo en el agua. Se sacó el zapato izquierdo y lo dejó caer al suelo y luego, apoyada sobre un solo pie, se quitó el derecho dando unos pequeños saltitos para no desequilibrarse y lo tiró con descuido. Se agachó, apoyó la estatuilla a su lado y se sentó al borde de la piscina. Un suspiro de alivio y de placer salió de sus labios al sentir el agua fría calmando sus doloridos pies, justo cuando éstos la tocaron.

Se reclinó hacia atrás, apoyando las palmas de sus manos en el suelo. Miraba el agua moverse al ritmo que marcaban sus piernas y aquella visión, unida con el sonido constante y relajante del chapoteo, estaban consiguiendo calmar sus nervios, al fin.

- En cuanto vi el destello azul, supe que estarías aquí con los pies dentro del agua – dijo una voz a su espalda, sobresaltándola.

- Qué susto – llevándose la mano al pecho.

Giró su cuerpo para comprobar lo que ya sabía. Era Amelia. Estaba ahí, de pie, a una distancia prudente y con una hermosa sonrisa en los labios. "Ojalá no estuvieras tan guapa" pensó sin querer.

- Lo siento. No era mi intención asustarte – se disculpó mientras caminaba despacio hacia la rubia - ¿Puedo acompañarte? Los pies me están matando.

- Claro. Estás en tu casa. Tome asiento, señorita – le dijo extendiendo el brazo y señalando a su derecha, intentando aliviar la tensión.

- Muchas gracias. Muy amable. – siguió la broma la morena ya riendo.

Amelia se descalzó y se sentó al lado de Luisita, no muy cerca, aunque lo suficiente para que cada una pudiera apreciar el perfume de la otra. Ambas suspiraron a la vez.

- Enhorabuena por tu premio. Te lo mereces. El programa es genial. – dijo Amelia acariciando la estatuilla que reposaba entre las dos.

- ¿Lo escuchas? – dijo con sorpresa.

- ¡Y lo veo! – aseguró riendo.

- Bueno...pues... gracias. – dijo aún mirando el agua ruborizada. Unos segundos de silencio las envolvieron hasta que la rubia volvió a hablar – Enhorabuena a ti también por tu serie – se miraron a los ojos en ese momento y se sonrieron.

- ¿La has visto? – preguntó con ilusión la morena.

- ¡Claro! ¿Cómo me la iba a perder? – dijo con una gran sonrisa la rubia - Me ha gustado mucho. Está muy bien hecha y tu personaje es maravilloso.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora