Capítulo 20: Luisita.

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El día que Amelia se fue, Luisita pidió estar sola. Cuando Nacho y María la llevaron hasta casa, su hermana le propuso quedarse con ella o, incluso pasar unos días en casa de la pareja para que no estuviese sola al principio, pero la rubia no quería. Necesitaba vivir esa soledad, sentir el vacío. María no la entendía, pero Luisita creía que las penas había que vivirlas para que, algún día, pudieran irse en paz. Tendemos a ocultar el dolor, a evitarlo, pero el dolor siempre encuentra el camino de vuelta y siempre lo hace con más rabia de la que tenía al irse. Luisita quería estar sola, llorar sola, echarla de menos sola. Quizás así, el agujero que sentía en el pecho se cerrase antes.

Las primeras semanas se le hicieron eternas a la rubia. Casi no hubo comunicación entre las dos. Un par de whatsapps para saber que había llegado bien a Buenos Aires y una llamada que acabó con las dos llorando. No lo habían hablado directamente, pero Luisita pensaba que las dos sabían que aquello no llevaba a ningún sitio. Oírse, leerse, les dolía casi más que no saber y las comunicaciones se cortaron. Lo prefería así, por eso no le contestó a los últimos tres mensajes que había recibido de ella.

En casa, mirase donde mirase, veía a Amelia. La veía en la cocina, preparando un zumo natural de naranja, que solo hacía porque sabía que a Luisita le encantaban, pero le daba pereza hacérselo por las mañanas. La veía en el salón mirando la tele con los pies encima de los cojines del sofá y riendo, porque a Luisita aquello le sacaba de sus casillas. La veía en la ducha, desnuda y preciosa, enjabonándose y enjabonándola, mientras se besaban y se tocaban llenas de espuma. Pero, sobre todo, la veía por las noches, durmiendo a su lado, acariciándole el pelo y tarareando una nana para ayudarla a dormir, como si Luisita fuera una niña pequeña.

Los únicos momentos de paz se los daba el trabajo. Allí era libre, era ella y no aquella sombra triste que caminaba por su piso, sin saber qué buscaba...o sí, sí lo sabía. La buscaba a ella. Durante aquellas semanas, la rubia debía darle un punto y final a su programa, el primero que tuvo y del que se sentía tan orgullosa. Parecía que tocaba despedirse de todo lo que amaba, pero esta vez era para mejor.

Su nuevo programa se llamaría "Despierta con Luisa Gómez" y ya conocía a los que, desde ese momento, serían sus compañeros, todos profesionales y con un cometido específico dentro del programa. Humor, actualidad, música y contacto directo con el público a través de llamadas telefónicas, cartas e incluso, vía whatsapp, dónde los oyentes podían mandar audios que sonarían en directo durante la emisión. Y al frente de todo eso, estaría ella. Estaba contenta con como transcurrían las cosas en el trabajo, aunque le preocupaba un poco que, esta vez, sus oyentes no serían solo eso, ya que también se retransmitiría en streaming de forma internacional. El mundo conocería su voz y su cara.

El último día de "Las mañanas de Luisa" llegó. Debía despedirse de sus seguidores, personas a las que no conocía, pero que, sin duda, se habían convertido en parte de su familia. Lo había estado anunciando y quería que este último programa fuera especial, así que les pidió, días antes, a sus oyentes que le mandasen mensajes con lo que quisieran contar, acompañados siempre de una canción.

El programa iba sobre ruedas, la gente colaboró tanto para hacer de aquel último programa algo memorable, que tuvieron que escoger solo unas pocas historias de todas las que les habían llegado. Marina y ella se dividieron todos los mensajes y cada una eligió diez de ellos, de los que ya llevaban dieciocho, lo que anunciaba que el final del programa estaba cerca.

- Bueno, mis amores, ya solo quedan dos historias, vuestras historias. Mi compañera Marina y yo sentimos muchos no haber podido meter todas las que nos habéis mandado, pero queremos deciros que os llevamos a todos y a cada uno de vosotros en el corazón por haber hecho esta última emisión tan especial y por estos años tan maravillosos que nos habéis regalado - decía Luisita a su micrófono con una gran sonrisa que no le llegaba a los ojos. - Y vamos con el penúltimo mensaje – Luisita pasó de página de sus anotaciones – Este nos ha llegado por email, es anónimo y dice así – procedió a leer lo que tenía delante - "Querida Luisita - "¿Luisita? pensó extrañada "En la radio nadie me llama así" - antes que nada, quiero decirte que me ha encantado tu programa, lo he estado siguiendo desde que empezaste con él e, incluso sin saberlo, me has ayudado muchísimo cada día. Saber que, pasase lo que pasase en mi jornada, podía parar y escucharte, me daba paz. Tu voz me da calma. – Luisita tragó saliva. - Te seguiré allá donde vayas, te mereces todo lo mejor. La canción la dejo a tu elección, siempre has tenido mejor gusto para la música que yo. Cuídate y sé feliz. Promételo"- en este punto, la rubia tenía un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas. Carraspeó – Pues muchas gracias, seas quién seas, prometo ser feliz - y una lágrima se precipitó de sus ojos – Pues como la canción es de mi elección, os dejo con esta canción de Iván Ferreiro "Son preciosos nuestros besos" o "S.P.N.B" . Esta vida me ha enseñado que hay que disfrutar de cada beso que nos damos, por si resulta ser el último. Escuchadla y disfrutadla.

Después de tanto tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora