Luisita estaba desesperada. Miraba dentro de su armario, todavía en albornoz y con el pelo enrollado en una toalla. No sabía que ponerse. Hacía mucho que no iba de fiesta y, aunque su hermana le había dicho ciento de veces que fuese a su club a pasar una noche divertida, Luisi siempre había dicho que no. Estaba nerviosa y no quería desentonar, aunque estaba convencida de que eso pasaría se pusiese lo que se pusiese. A fin de cuentas, iba a estar al lado de Amelia y estaba segura de que ella estaría maravillosa hasta yendo al club enfundada en un pijama de franela con un estampado de ositos.
- Venga, Luisa, que vas a llegar tarde – se regañaba en voz alta.
Cogió un traje de chaqueta y pantalón negro, bastante ajustado y con un escote de vértigo que se puso sin nada debajo y unos tacones altos. Se hizo un peinado sencillo, pero que iba muy bien con su indumentaria y se pintó los ojos oscuros y los labios rojos. Antes de salir, se miró al espejo.
- No está mal – y cogió aire – ¡Vamos!
Cogió un taxi, porque, aunque le separaba poco hasta el club, no tenía intención de andar más de lo necesario con esos tacones. Al llegar, vio la entrada llena, como era lo habitual en el "King's Road". El portero, al verla bajar del coche, le sonrió.
- Buenas noches, Luisi. Qué bien tenerte por aquí esta noche – señaló.
- Ya ves, Álvaro, al final me ha convencido – le dijo divertida la rubia.
- Pues que te diviertas – le deseó y le hizo un gesto con la mano, para que entrara.
La gente que allí se agolpaba para entrar, se quejó, pero Álvaro los miró con gesto serio y no hubo nada más que decir.
El club estaba hasta la bandera y Luisi buscaba con la mirada alguna cara conocida. Al otro lado de la sala, vio a su hermana, charlando amigablemente con unos clientes y se acercó, esquivando como pudo a la gente, hasta el lugar.
- Ey – saludó al llegar.
- ¡Hermanita! – gritó María por encima de la música. La miró de arriba abajo – ¡Madre mía, Luisi! Estás despampanante.
- ¿Tú crees? No sabía ni qué ponerme, la verdad.
- Pues has acertado de lleno. Cuando te vea Amelia va a alucinar – dijo María a una Luisita ya ruborizada.
Luisi saludó a todos los camareros. Tanto a ellos como al portero, los conocía de sobra. Ella no iba al club de su hermana nunca de fiesta, pero sí que solía hacerlo para ayudarla a organizar el club y tenerlo listo antes de abrir cada fin de semana.
- Gustavo, cariño, ponle un copazo a mi hermana que le va a hacer falta – le dijo María a su barman.
- ¡Marchando!
- ¡Qué no sea muy fuerte, Gustavo! – gritó, aunque no supo si le había oído.
- Y ¿Qué? ¿Nerviosa? – se interesó María.
- Pues más bien desubicada. Sabes que esto de salir, no es lo mío – dijo Luisita.
- Lo sé, pero hoy lo pasaremos muy bien, ya lo verás – le aseguró su hermana mayor.
- ¡Ja! Tú seguro. Que ya he visto que le hacías ojitos al amigo de Amelia. – dijo burlona la rubia.
- ¿Qué dices? Qué no, qué no... - negaba María.
- Te digo yo a ti que sí. Si te conoceré yo. Esta noche no duermes en casa, ya verás – decía Luisita divertida.
- Bueno...si es así, mejor para ti. – Luisita puso cara de no entender - Así tienes la casa para ti solita – y le enseñó su mejor sonrisa pícara mientras le guiñaba un ojo.
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Después de tanto tiempo
Ngẫu nhiênLuisa Gómez se entera de que su compañera de instituto y primer amor, Amelia Ledesma, va a empezar a trabajar en una longeva serie de televisión. #Luimelia *Esta historia está inscrita en el Registro de la propiedad intelectual*