→ Capítulo 15.

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Opiniones distintas



Mi mente seguía de alguna manera desconectada, la mayoría del tiempo no pensaba con claridad. Había faltado al instituto cuatro días, lo bueno era que la doctora Connor ya nos había dejado en cuidado propio.

En estos momentos me encontraba en la casa de los Hale, habían sido amables en dejarme quedar con ellos. Aunque no salía de la habitación en la que me encontraba. No era la misma de antes, parecía que alguien la había estado utilizando hace tiempo, tenía mis dudas de quién pero no importaba. Holly se había ido, talvez para siempre, o talvez no.

Estaba arropada con una pijama de conjunto, un pantalón de chandal y una sudadera roja.
Últimamente no quería hacer algo, solo salia por comida, de ahí en más nada. Mi celular llevaba muerto dos días y no quería cargarlo. Solo quería estar sola.

Interrumpiendo mi burbuja de pensamientos se abrió la puerta, probablemente era Cameron, ya que era el único con quién hablaba además de Rose, me había convertido en un hielo, que si con cualquier rayo de sol me iluminará, desaparecería.

No mire a la persona que estaba conmigo, solo hundí la cabeza entre mis rodillas, no quería que me vieran llorar, porque eso es lo que hacía hace cuatro días.

Senti que la cama se bajaba con el peso de una persona, alcé mi vista, me sorprendí, era Rose.

Miraba a las puertas francesas que daban a un balcón con vista al bosque. Un rayo de sol entraba iluminando la cara de Rose. Tenía la mirada perdida.

- Sabes, aquí dormía mi hija antes de morir- note que se le daba con dificultad hablar de ella- Elizabeth, mi pequeña Lizzie, ya no está aquí- sollozo, me acerque a ella para rodearla con mis brazos- pero ella se fue para siempre, Holly no, ella aún tiene una vida por delante, y hay que dejarla vivirla.

Las lágrimas ya estaban amenazando con salir a la vista, con el dorso de mi manga limpie mi nariz- Pero no tengo idea de cómo recuperarla- confesé.

- Eso es lo que hay que averiguar, no te rindas, porque las respuestas no son instantáneas.

Asentí, Rose se retiró y me pidió que bajara, los chicos estaban en el taller y solo estaba Jonathan y ella.

Me pare al armario que tenía a un lado, Adam y Cameron se habían encargado de traer mis cosas aquí. Relativamente yo vivía aquí.

Tome un suéter de algodón de color turquesa y unos jeans negros. Hice un moño con mi cabello y decidida abrí la puerta.

Me encontraba frente al jardín, uno de los tres que tenían, "mi habitación" se situaba frente a un jardín interno, todo estaba tan tranquilo, desde el segundo piso podía ver las enredaderas que colgaban al rededor de una fuente. La mayoría de la casa sus paredes eran de cristal, camine hasta bajar y encontrarme a Jonathan con un atuendo deportivo desayunando cereal.

Su vista se dirigió a mi y sonrió, Rose apareció con un plato de frutas para sentarse en una pequeña mesa donde se encontraba su esposo.

- Cariño que bien que hayas salido, si gustas preparé huevos fritos y tocino.

Negué con la cabeza, aún no quería hablar, quería distraerme, hacer algo, salir quizá.

- Iré al taller- informé.

Salí para ir directo al taller, no me imaginaba que harían en ese lugar. Solo quería distracción.

En el camino me encontré a Liam, me sonrió y puso cara de confusión.

- ¡Que veo un fantasma!- agitó las manos al aire, en ellas traía dos guantes. Pero no de boxeo, eran delgados.

Señalé sus manos y enarque una ceja- ¿Oh esto? Entrenamientos, no por nada tenemos buen físico-guiño un ojo- y tú qué, ¿te comió la lengua el gato?

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