→ Capítulo 2.

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Bienvenida a Forks


Los sueños suelen ser hipotéticos o un simple Deja Vu que describa tu día siguiente. Realmente nunca los creí hasta que en mis sueños aparecía con su hermoso rostro pálido, con su cabello oscuro, tan brillante y sus ojos color obsidiana, que me habían cautivado. El sueño se repetía una y otra vez. Era Londres en el siglo XX yo corría con un hermoso vestido de la época mientras iba tras de mi a modo de juego pero siempre se tornaba oscuro luego de eso. Repentinamente cambiaba a una cuidad en Italia. Un edificio exactamente, una mujer parada en la ventana llorando por la perdida de un ser querido. Que cada vez se tiraba provocando se la muerte.

*Viernes por la madrugada*

Desperté media hora después de Holly, sospechaba que no había dormido tranquila, porque la había escuchado moverse por toda su cama.
- ¡Arriba, se hace tarde!- me golpeó Holly. Miré el reloj.

- Son las cuatro de la mañana- me cubrí con la manta ocultando mi rostro de la luz de la habitación.

- ¡Y salimos a las seis! Ahora levántate- Me levanté de mala gana hacia el baño cerrando la puerta de golpe.

- ¡Y apúrate!

- ¡Si, Mamá!- no tenía ni idea de lo que era tener una familia, pero seguramente así habría sonado mi madre.

Abrí la llave de la tina para que se llenará y darme un baño cómodo. Terminé y me arregle de una manera simple frente al espejo, tome unos pantalones de mezclilla azul claro y una sudadera negra con mis botas negras de cintas naranjas.

- Por fin llevas horas dentro- pase por alto eso porque su ropa era lo que me llamaba la atención.

¿A quien carajos se le ocurre ponerse vestido? Y cuando va a Forks ¡¿Quién?!

- Cámbiate. Ahora- señale su vestido amarillo con girasoles. Al parecer no había investigado el clima de Forks.

- Pero me gusta el vestido.

- Cariño, no vamos a California, ahora ve a cambiarte.

- No.

- Muérete de frío pues, pero recuerda que te lo advertí.

- Está bien- hizo puchero- me pondré unas medias- suspiré.
Revise su maleta a ver si no llevaba otro de sus vestidos primaverales. Maldita media maleta llena de ellos.

-¡HOLLY!

- ¡QUE!

- Llevas una puta maleta llena de vestidos. Ni un jodido pantalón.

- Los dejaré aquí, además no todos los días llueve ahí.

- Ah claro, solo cuatro de trescientos sesenta y cinco días son soleados. Empaca pantalones A-h-o-r-a.

- Está bien- renegó.

Cuando terminamos de empacar completamente, y Holly dejo unos cuantos vestidos y se empezó a poner nerviosa, que es de lo más normal en ella.
Salimos del cuarto que por un año y medio había sido mi hogar. Dispuesta a "cambiar" para no volver más al internado y vivir como un humano normal. Nos entregaron dos celulares de calidad a cada una para alguna emergencia y como siempre le encargaron a Holly que ella se responsabilizará de mi, cuando debería ser al contrario porque era mi salida. Preparadas para el exterior esperando a la doctora Connor que minutos antes nos dió indicaciones de no causar problemas y poner atención en las clases. El instituto Kennedy (si como el presidente) es donde estudiaríamos y empezaríamos el lunes, llegaríamos por la tarde a un departamento reservado para nosotras dos, con todo lo que pudiéramos necesitar más dos tarjetas de crédito con bastante dinero para cualquier otra cosa.

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