Capítulo 13.1.

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Noviembre 9.

En este momento estoy tan confundida, que realmente no sé qué pensar.

Mi madre volvió, trayendo lo que debería de ser la mejor noticia de nuestras vidas: nos mudaremos de la ciudad. 

Pero, en lugar de sentirme feliz, fue el vacío lo que golpeó mi cuerpo. Nos alejaremos de mi padre y tendremos un nuevo comienzo. Mis hermanos, ella, yo. Aunque irnos, es sinónimo de dejar atrás a Carmen,  y los recuerdos que compartí con ella y Valeria.

Sólo esperaremos a que termine el año para que finalice quinto semestre y puedan darme la última remuneración de la beca. Además, así podremos pasar una última navidad en nuestro hogar y, quizás, exista la posibilidad de que Óscar, mi padre, que esté con nosotros en una última celebración.

Y, en lo que llegaba esa fecha, le planteé a mi madre la loca y estúpida idea de que me permitiera quedarme otra semana en la casa de Daniel. Ella aceptó gustosa, pues creía que era buena idea que me mantuviera alejada de mi padre el mayor tiempo que me fuera posible pero...

¡Daniel es un maldito idiota!

¡Idiota!

¡Idiotaaaa!

¡IDIOTA!

¡Lo odio! Pero me odio más a mí misma por haber confiado en él. 

¿Qué estaba esperando? ¿Que cambiara en unos días y se enamorara de mí?

Lo único que quiere, al igual que la mayoría los hombres, es sexo. 

Aunque tenía la pequeña esperanza de que, en el fondo, él fuera diferente, y su estúpida faceta de mujeriego fuera únicamente para encajar en la maldita ideología que tienen sus amigos: Entre más chicas te folles, más hombre eres.

Estos días que pasé en su hogar fueron perfectos. Llegué a creer que me miraba de la misma manera en que yo comencé a  mirarlo. Pensé que... me quería, y que cumpliría su promesa de cuidarme. 

Siento un dolor en el pecho que jamás había sentido, ni siquiera cuando terminé con Alan. Tal vez se debe a que realmente me estaba enamorando de él. Como sea, sólo fue una estúpida confusión. Daniel me demostró que su deseo de placer es más grande que su amor por mí, ya sea como amiga o como algo más. Verlo entrar en aquella habitación con Pamela hizo que abriera los ojos a la cruda realidad. Aunque me pareció extraño verla llorando después de estar con él, quizás tuvieron un problema debido a su carácter. Lo peor de todo el asunto, es que intenté alejar a Alan de mí, y lo único que obtuve por parte de Daniel fue un empujón que hizo que aterrizara sobre unos vidrios y me lastimara las palmas de mis manos. 

Mientras escribo ésto, siento que mis manos arden y que mi cuerpo duele, pero el dolor emocional es más fuerte que el físico.

Mi única preocupación, serán los siguientes días en que tenga que esforzarme para no pensar en él. Peo para el final del año, no tendré que preocuparme por olvidarlo o por mudarme de casa, porque todo habrá terminado para mí.

No necesito de nadie. Yo soy la heroína de mi propia historia.


Cuando la oscuridad venga [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora