Capítulo 14.1.

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10 de noviembre.

Las súplicas de Daniel para que me quedara a su lado, fueron el motivo perfecto para mantenerme despierta toda la noche. Aún puedo escuchar su voz entrecortada y sentir el dolor de su mirada. 

Él... me pidió que no lo abandonara, pero ¿cómo podría seguir junto a él luego de su rabieta? Quiero decir, se volvió loco por la estúpida idea de que estaba coqueteando con Alan, cuando la triste realidad es que sólo le estaba pidiendo que se alejara de mí. 

Y cuando creí que las cosas no podrían empeorar, bueno, eso hicieron, empeoraron. Dirigí la mirada hacia Daniel en busca de un poco de ayuda para alejar a mi exnovio, pero la imagen que me encontré, fue lo que me hizo desear golpear a Blair. Sujetaba a Pamela del trasero mientras le llevaba escaleras arriba a una habitación. 

¡Idiota!

¡Idiota!

¡IDIOTA!

¡Es un estúpido idiota!

Pero soy más estúpida por estar aquí, pensando en aquél beso. Recordando el tacto de sus labios contra los míos. Aunque, es imposible no pensar en ello. Jamás me había sentido tan enérgica y viva. Sin embargo, el hecho de pensar que fue nuestro primer y último beso, provoca que mis rodillas tiemblen y que mi pecho se estremezca. 

Realmente creí que ambos estábamos empezando  a sentir algo por el otro. 

Y por más que sufriera en pronunciar aquéllas palabras, le dije que no sentía nada por él. Aunque está claro que sólo fue un intento por protegerme, una vana excusa para no caer en la red de Daniel y convertirme en una boba que se enamora de alguien como él. 

Por la mañana, tuve que armarme de valor para dirigirme a su casa para recoger mis pertenencias. Esperaba que, al entrar, Daniel estuviera durmiendo en su habitación, y se despertaría apenas escuchara el sonido de mis pisadas, sin embargo, cuando entré, me encontré con su ausencia, lo que provocó una punzada en mi pecho. Seguramente estaba con Pamela.

Me apuré en meter toda mi ropa en las dos pequeñas maletas. Temía que él llegara en cualquier momento y me interrogara sobre cómo fue que entré a su hogar. Aunque fue muy sencillo, pues él siempre deja una copia de la llave debajo del tapete de la entrada. 

Estaba a punto de salir, cuando una corazonada me dijo que no podía simplemente marcharme, sino que necesitaba dejar, aunque fuese, una pequeña nota de agradecimiento por haberme acogido en su hogar por varios días. 

Que tonta. 

Terminé escribiéndole una pequeña frase donde le confesé mi amor.

Cuando volví a casa, mi padre estaba acostado en el sillón de la sala. Borracho, como de costumbre. A excepción de que esta vez estuvo muy tranquilo, a pesar de que mi madre estuviera presente y no le prestara ni la más mínima atención. 

Me sigue pareciendo extraño.

Sin embargo, a los poco minutos él volvió a irse, sin hacer o decir algo.

Miré por la ventana, extrañada por la conducta de mi padre, y me encontré con una sorpresa que hizo que mi corazón se congelara y que el resto de mi cuerpo se sintiera pesado. 

A la distancia, dentro de su camioneta, se encontraba Daniel. 

He estado luchando contra mi voluntad para no llamarle. Lo extraño, y quiero que esté aquí conmigo, abrazándome mientras me quedo dormida. Quiero que me mire a los ojos y me diga que me cuidará. Simplemente quiero que esté a mi lado.

¿Cómo lo voy a olvidar?

Cuando la oscuridad venga [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora