Capítulo 16.

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Marcela tomó mi mano, tímida ante las miradas de los demás. Todos nuestros compañeros estaban debajo del techo del pasillo afuera del salón, observando el desastre que iba a ocasionarse entre Pamela y nosotros. 

Hacía apenas veinte minutos que declaré oficialmente mi relación, y ahora estaba tomado de la mano con alguien más. 

Genial, continuaba con mi racha de cretino, pero éso no importaba ahora que tenía a la chica indicada a mi lado.

—¡Eres un idiota! —gritó Pamela cuando estuvo frente a mí—. Y tú, una maldita zorra —siseó furiosa.

—Escucha —intenté sujetar su hombro, pero se apartó frenética—, iba a decírtelo, sólo estaba esperando el momento adecuado. 

—¡¿El momento adecuado?! ¿Cuando estuviéramos teniendo sexo? —Señaló a Marcela con el dedo, mostrando una sonrisa forzada—. ¿Estabas enterada de que él y yo follamos casi todas las noches? 

—Bueno, me alegra saber que a mí no me quiere sólo para éso —declaró Marcela con una voz elegante. 

Pamela intentó arremeter contra ella, pero me interpuse entre ambas y la frené intentando no lanzarla al suelo. A cambio recibí una bofetada en la mejilla derecha, lo que provocó silbidos entre los demás compañeros. Sabía que pensarían que me comportaba como un marica, luchando entre chicas, pero no permitiría que lastimara a Marcela. 

—Venga, Pamela, déjalo ya —intervino Maryell sonriéndome con picardía mientras sostenía a su amiga de un hombro, mientras con la otra mano sujetaba un paraguas—. De todos modos no creo que folle tan bien. 

—¿A qué te refieres? —preguntó Pamela, sorprendida.

—Lo he escuchado en algunas partes —respondió encogiéndose de hombros. 

Mi exnovia me miró furiosa, y suspiró en busca de la paciencia suficiente para no agredirme de nuevo.

—No quiero que vuelvas llorando a mí —dijo descortés—, porque ya no estaré para ti.

Conocía lo suficiente a Pamela para saber que ella esperaba que reflexionara acerca de mi decisión, y aceptara que me había equivocado al elegir a Marcela por encima de ella, pero eso no ocurriría.

—De acuerdo —solté indiferente—. Acepto. 

 Su boca se abrió en un gesto dolido que sólo consiguió llenarme de satisfacción.

—Vayámonos  —sugirió Maryell. 

Pamela asintió, mientras su amiga entrelazaba su brazo con el de ella.

Se alejaron, meneando sus traseros en un vano intento por llamar mi atención, la cual estaba centrada en la sonrisa victoriosa de Marcela. 

La lluvia había comenzado a cesar, pero era demasiado tarde para nosotros dos, estábamos escurriendo de pies a cabeza. Y una regla del colegio impedía que disfrutáramos de la emoción de refrescarnos bajo la lluvia, por lo que el maestro nos envío de vuelta a nuestro hogar cuando nos vio intentado exprimir nuestra ropa afuera del salón. 

Nos dirigíamos hacia el estacionamiento, cuando recordé el impecable registro de cero faltas en la vida escolar de Marcela. 

—Lo lamento —dije apenado.

—¿Por qué? —preguntó confundida—. ¿Por lo de Pamela?

Negué por lo bajo.

—Tendrás inasistencia en todas las clases.

Se detuvo frente a mí y me encerró en un abrazo, lo que causó que todos mis músculos se tensaran. 

—Valió la pena —comentó contra mi cuello.

Cuando la oscuridad venga [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora