Capítulo 15.

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Estaba donde se suponía que debía estar: caminando hacia el salón tomado de la mano de Pamela. 

Ella sólo quería a un hombre que la acariciara de vez en cuando y le dijera lo bonita que se veía con su vestido ceñido al cuerpo. Por mi parte, sólo necesitaba a una mujer que quisiera compartir mi cama cada vez que tuviera la necesidad de follar. 

Éramos la pareja ideal del otro. 

Mi estado de ánimo estaba por los suelos, por lo que no quería buscar a nadie, sino que alguien viniera a mí, y para éso tenía a Pamela y a Maryell. Un triángulo amoroso que seguramente no terminaría bien, pero podría disfrutarlo mientras durara. Pamela me daba el cariño que necesitaba y Maryell la acción que tanto me gustaba. Juntas, eran la combinación perfecta. Aunque, por más que intentara ocultarlos, mis sentimientos eran por Marcela. 

Apenas habían pasado dos días desde el incidente de la fiesta y ya la extrañaba. Necesitaba escuchar su risa, su voz, su respiración, ¡lo que fuera! Simplemente quería saber que ella estaba bien. 

Cuando entramos al salón, todas las miradas se dirigieron a nosotros, incluida la de Marcela que, a comparación de otras veces, parecía neutra, sin desprecio o alegría. Simplemente estaba ahí, observándonos. 

Temía que, cuando le diera la espalda, me arrojara un cuchillo o algo por el estilo. Seguramente seguía molesta por mi actitud del viernes y quería venganza, pero recordé que el enfadado debería de ser yo, pues le confesé mis sentimientos y sólo pudo decir que no sentía nada por mí.

Fuimos a donde se encontraban nuestros amigos y me estremecí cuando mi mirada se encontró con la de Víctor. No habíamos hablado desde que me pidió que me fuera de su casa tras haber golpeado a Alan. El simple recuerdo hacía que mi piel se erizara. 

Me atemorizaba la idea de que mi amistad con Víctor pudiese haber terminado por la pelea, pues aquella noche su furia era incontrolable. Sin embargo, cuando llegué a su lado, me abrazó con alegría y me dio un leve golpe en la espalda.

—¿Cómo estás? —preguntó divertido—. ¿Te operaste la nariz?

—Que gracioso —dije fingiendo enfado—. La verdad es que sólo me di un retoque.

Mi nariz continuaba hinchada, y mis nudillos estaban morados debido a los golpes que asesté en la cara de Alan. Mis sentimientos no eran los únicos que habían sido destrozados en la fiesta.

Pamela se sentó en un pupitre detrás de Maryell, y le hizo una coleta que sólo consiguió hacerla ver más atractiva. 

Me sorprendía el hecho de que fueran mejores amigas y ambas salieran conmigo. 

—Entonces, ¿ustedes dos están saliendo oficialmente? —preguntó Maryell mirándome a los ojos.

—Sí —se adelantó a responder Pamela.

—Son algo así como ¿novios? —preguntó Víctor, sorprendido.

Me limité a asentir.

Dirigí mi mirada a Marcela, quien seguía atenta a cada uno de mis movimientos. 

Quería acercarme a ella para decirle lo mucho que la extrañaba,  e invitarla de nuevo a mi hogar, el cual se sentía lúgubre con su ausencia, a pesar de que estuvo unos pocos días ahí. Sin embargo, sabía que era una pésima idea. Ella había admitido sin titubear que no sentía nada por mí, y no podía hacer nada al respecto. 

Quizás luchar por ella era la mejor solución, pero mi orgullo era más grande que mi confianza para acercarme. 

Tomé a Pamela de la mano e hice que se levantara para tomarla de la cintura y la acerqué a mí hasta que nuestras respiraciones se volvieron una. 

Cuando la oscuridad venga [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora