Capítulo 4.1.

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2 de noviembre.

La mañana comenzó siendo fría y solitaria, como siempre, pero eso cambió cuando Daniel apareció en la parada del bus para ofrecerme ir a la escuela juntos. Fue un lindo detalle de su parte, pero no creí su torpe excusa de que tomó un camino diferente... ¿Acaso él fue a buscarme? No lo sé, pero sigo creyendo que trama algo.

La mejor manera de descubrir qué hay detrás de sus turbias intenciones, es acercarme a él para averiguarlo. Por eso, hoy le pedí que se sentara a mi lado en clases, con el burdo pretexto de que teníamos examen y quería competir contra él. Me sorprendió lo que quiso apostar: una cita conmigo. Luego de terminar el examen, y de que el profesor le diera su calificación casi perfecta, cambié dos de mis respuestas para que él ganara. Lo sé, qué patética fui al perder sólo para salir con él e investigar que trae entre manos.

Sabía que aquello podría traerme algún tipo de problema con Carmen, pues ella está perdidamente enamorada de Daniel y cree que estoy comenzando a sentirme atraída por él. ¡Ufff! No quiero ni imaginarlo. Es decir, estos días creo que ha demostrado su lado amable, y es un chico increíble, pero jamás podría llegar a haber algo más que una amistad entre nosotros.

Él es como una flamante bola de fuego, que deslumbra a todos aquellos que lo miran; brilla, emana energía y resplandece. En cambio yo soy como una bola de nieve: fría, distante, común.

Dicen que los opuestos se atraen, pero entre nosotros alguno de los dos podría salir lastimado.. Por eso quiero limitar nuestra convivencia a una simple amistad, con la menor cantidad de sentimientos posibles.

Sin embargo, sigo pensando en ese efímero e íntimo momento que compartimos en su camioneta. Por unos segundos creí que nos besaríamos, y el recuerdo de su rostro tan cerca del mío aún me tiene confundida. No somos amigos, no tenemos una historia que nos respalde; simplemente somos compañeros que se dejaron llevar por el momento, ¿no?

Como dije: pocos sentimientos.

Aunque bueno, puedo hablar por mí pero no por mis hermanos. Es increíble lo rápido que dos pequeños pueden llegar a encariñarse con una persona debido a la falta de atención por parte de sus padres. Lili y Edgar me dijeron que Daniel era un chico divertido, y que les gustaría pasar más tiempo con él, pero creo que el hijo de una importante familia tiene mejores cosas qué hacer que pasar sus ratos libres con tres chicos desprotegidos. Aún así le agradezco que nos haya brindado una tarde tan parsimoniosa, en la que me hizo reír a carcajadas mientras preparábamos de comer y platicábamos sobre cosas que nos agradan.

Pero como he aprendido con los años, la vida es injusta. No siempre podemos conseguir lo que queremos, ni sentirnos como lo deseamos. Sin embargo, daría cualquier cosa por conseguir ser feliz por tan sólo un día completo.

¿Acaso eso es tan difícil?

Creí que tendría una noche tranquila en compañía de Daniel, quien me llevaría a cenar a un lugar misterioso que no quiso revelar. Pero todo dio un vuelco inesperado cuando apareció mi padre acompañado de dos mujeres que iban vestidas de manera exótica y poco apropiada para los ojos de mis hermanos.

El trío se encerró en la habitación de mis padres, lo que era un mal augurio para nuestro hogar. Nunca había acontecido algo así, y realmente no supe que debía de hacer en esa situación, por lo que esperé y esperé hasta que mi madre llegó de su primer trabajo.

Y el caos se desató.

Mi madre golpeó la puerta de la habitación hasta que una de las mujeres abrió y comenzaron una acalorada discusión. Mi primer instinto, como siempre, fue proteger a mis hermanos; le pedí a mi Edgar que llevara a Lili a su habitación para que pudiesen refugiarse mientras yo cancelaba mi cita con Daniel. Sin embargo, en mi momento de distracción, la situación se salió de control cuando la otra mujer lanzó un jarrón contra la pared y éste se hizo añicos, arrojando pedazos afilados hacia mis hermanos; Edgar alcanzó a cubrirse con los brazos, pero Lili al ser tan pequeña, no consiguió reaccionar a tiempo y un trozo del jarrón arañó su delicada frente, lo que la hizo gritar con todas sus fuerzas.

A pesar de que la cordura de mi madre se desvanece con el tiempo, la pequeña parte racional de su mente hizo que saltara a la defensa sus hijos. Arañó a las mujeres, las golpeó, e incluso mordió a una de ellas en el hombro, logrando que ambas huyeran despavoridas de nuestro hogar. Sin embargo, mi padre se puso furioso y golpeó a mi progenitora hasta dejarla inconsciente. Quise intervenir en rescate de mi madre, y a cambio obtuve un codazo en mi labio, lo que abrió una herida en la carne.

Luego de ello, mi padre se fue de la casa. Dejándome con el cuerpo tembloroso por la impotencia que carcomía mi ser desde dentro.



Cuando la oscuridad venga [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora