Fallon
Maldito seas Tyler Donovan. ¿Cómo carajo iba a sacarlo del vestidor de las chicas? Lo mejor sería dejarlo aquí un buen rato para que aprendiera la lección: Jamás molestes a Fallon Rydel.
El papel se manchó de sangre y el pelinegro no dejaba de sonreír. ¿Qué era lo gracioso aquí? Si las chicas allá afuera me descubrían aquí con él, se lo dirían a la entrenadora y me echaría del equipo aun sin haber jugado un solo partido al menos. Apreté el papel contra su nariz. Su sonrisa me molestaba.
—Me estás lastimando pichoncito —se quejó con la voz gangosa debido a que no respiraba bien.
—Eso te ganas por meterte donde no te llaman —reproché.
—Ya te dije que solo quería verte —musitó.
—¿Escuchaste eso Tahra? —preguntó Rosie. Reconocí sus voces debido a que formaban parte del club que daba la bienvenida a los nuevos a Ermond. Escuché como se aproximaban al cubículo donde nos hallábamos.
Tyler estaba a punto de hablar así que cubrí su boca.
—¿Hola? —tocaron la puerta.
Mierda, mierda, mierda.
El chico se quejó así que lo acribillé con mis ojos.
—¿Hay alguien ahí? —indagó Tahra.
—Soy yo, Fallon —dije aclarando mi voz.
—¿Fallon? —indagó Rosie. Por lo visto no se les grabó ni mi voz ni nombre.
—Vengo al llamado que hizo la entrenadora para reclutar más chicas para el equipo —expliqué mirando la puerta.
—Oh, genial. Te esperamos aquí afuera entonces.
Ay no.
Tyler de pronto quitó mis manos de su boca y de su nariz para tomar una bocanada de aire.
Maldita sea, casi lo asfixio.
Lo miré con disculpa mientras le suplicaba con gestos, que hiciera silencio.
—¿Estás bien Fallon? —preguntó Rosie.
—Sí, si —farfullé —. Solo estoy algo nerviosa.
—Con justa razón, la entrenadora es una perra —musitó Tahra.
Escuché las voces de más chicas y pronto todo se volvió un barullo. Supuse que se estaban alistando y yo seguía con la camiseta de entrenar cubriendo en vano mi braga. Me paseé en el pequeño espacio tratando de pensar cómo lidiar con esto. Tyler se había sentado en el váter con un taco de papel en uno de los orificios de su nariz y se deleitaba de la situación.
—¡Bien señoritas ya es hora! ¡No quiero Barbies perezosas en mi cancha! ¡Muevan ese trasero que esto no es un salón de belleza! ¡Go, go, go! —vociferó la entrenadora.
No, no, no.
Miré a Tyler y me acerqué a él de manera desafiante.
—Te vas a quedar aquí y saldrás luego de cinco minutos —advertí —. Ahora cierra los ojos.
Era tonto pedirlo a estas alturas, pero no quería seguir perdiéndome en el azul de su mirada. Tyler alzó sus manos en señal de paz para hacer lo que le pedía y yo saqué el short que traía en mi bolso, las medias y los zapatos para entrenar.
La puerta fue aporreada cuando me ponían un calcetín, di un respingo del susto el cual me hizo tambalear y fui a parar sobre las piernas del pelinegro quien no perdió el tiempo para sujetarme de la cintura.
—¡Si no llegas en dos minutos a la cancha está fueras del equipo quien quiera que seas niña! —me advirtió la entrenadora, quien me recordaba a la maestra Tronchatoro de la película Matilda, por su carácter y por su fornido cuerpo, cuando la vi colocar el aviso hace unos días sobre los tableros de la universidad.
—Go, go, go —susurró Tyler en mi oído enviando ondas de calor por todo mi cuerpo.
Terminé de vestirme tan de prisa como pude y cuando iba a girar la perilla de la puerta, él me detuvo.
—Suerte, pichoncito —musitó con una media sonrisa para luego darle una repasada a mis piernas —. Espero que no des problemas.
Le saqué mi dedo medio y salí de ahí con una tonta sonrisa.
Las chicas ya estaban formadas y la entrenadora miraba su reloj. Corrí tan rápido como pude dejando antes mi bolso junto a las gradas como las demás y me formé junto a Tahra y a Rosie, quienes parecieron reconocerme.
—Por poco y no lo logras, cabeza de cerillo —dijo la entrenadora entre dientes.
Esta mujer sí que era de temer.
Hicimos estiramiento y luego empezó el calvario. Nos hizo trotar durante doce minutos, luego subir y bajar a toda prisa el graderío, sentadillas y finalmente luego de tenernos dando pases con la pelota, nos hizo jugar un partido en el que iba descartando chicas.
Una pelota cayó en nuestra cancha y vi como Tyler venía hacía mí con ropa de entrenar también. Mi memoria hizo clic al recordar que lo había visto con un bolso deportivo cuando entró a los vestidores. Su cabello negro caía sobre su rostro de manera desordenada, el uniforme azul se le veía tan bien y ya no había rastros de sangre en su cara. Escuché como algunas chicas silbaban, aumentando el ego de Donovan. Él alzó la mano y les sonrió.
Rodé los ojos ante su arrogancia.
—¿Me pasas el balón, preciosa?
—Estamos a la misma distancia, ¿por qué no vienes por él? —indagué maquinando como bajarle el ego, aprovechando que Tronchatoro se había ido al baño un momento.
Tyler se acercó más a mí y cuando intentó quitarme el balón lo aparté de él en un rápido movimiento con mis pies.
—Uhhh —corearon las chicas.
—Bien nena, dame el balón a las buenas —solicitó con picardía.
—¿Qué pasa? ¿No puedes quitárselo a una chica?
—Uhhh —replicaron al unísono los chicos que se acercaban.
—Ok, será a las malas —intentó quitarme el balón, pero lo pasé entre sus piernas y se ganó el abucheo y la risa de la mayoría.
—Sigo esperando, Donovan.
—¡Demuestra quien manda! —me apoyaron Rosie y Tahra.
Tyler lo intentó una vez más, me quitó el balón, pero lo recuperé en un abrir y cerrar de ojos. Colocó sus brazos sobre la cintura y agitó la cabeza.
—Ya me humillaste lo suficiente, devuélveme el balón pichoncito.
—Ven por él —lo reté nuevamente y me fui corriendo pateando el balón hacia la cancha de los chicos.
Nota de la autora:
Este par son tal para cual ;)
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La excepción en mi plan T ©[Plan #2] ✔
Teen FictionTyler y Theo son los reyes de las fiestas en la universidad a la que asisten. Populares, carismáticos y sexis son como los describen las chicas. Las cosas se pondrán de cabeza cuando las hermanas Rydel se crucen en su camino y les demuestren que no...