Capítulo 10

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Ramas de todos tamaños tendidas en el suelo tronaban debajo de las pezuñas de los caballos que avanzaban a velocidad neutral en dos carriles paralelos. Pequeñas gotas de lluvia caían de vez en cuando de los árboles a los costados del camino despejado por el que viajabamos. La humedad se coló hasta mi nariz, helando mi cuerpo, un abrigo no había sido suficiente.

—¿Por qué vinimos, Helen? —preguntó una de las sirvientes más jóvenes a apenas dos caballos lejos de mí.

La señora guiando al caballo frente a ella, Helen, me señaló con la barbilla y murmuró algo para que solo ella pudiera escuchar.

—Lo siento, no sabía... —la chica me miró con vergüenza.

Desviando el rumbo de la preciosa yegua blanca que me habían otorgado en el establo de vuelta en el palacio troté a un lado de ellas, la chica que tenía pecas por toda la cara se escondió con timidez detrás de Helen.

—No hay problema, no muerdo —sonreí, ambas bajaron los hombros que subieron con tensión—. También me gustaría saber más de Mudtry.

Lo último lo dije con un poco de esfuerzo, toqué mi pecho con una mano al notarlo. Helen me estudió un segundo antes de responder.

—El aire es más escaso... se debe a la altura. Por suerte, Mudtry es un pueblo al pie de las montañas de la frontera con Lauxwell, así que le costará menos trabajo acostumbrarse, su alteza.

—Por favor, dime Amberly —pedí, ella asintió—. Hay algo que no entiendo, su majestad el Rey dijo que era una tradición de Maredale... ¿No deberíamos ir a esas fronteras?

El caballo de Helen se acercó disimuladamente, la chica ajustó su agarre en la cintura de Helen detrás de ella.

—Con toda discreción... Amberly, —soltó el nombre con cuidado—. Se dice que la Reina Elizabeth y el Rey Robert eligieron esta localización con el propósito de molestar a su vecino...

—El Rey Henry —terminé por ella.

Medio asintió llevando su mirada al camino frente a nosotras. Un caballo se acercó a mi otro costado.

—Creí escuchar el nombre de mi padre.

Ashton habló desde su impotente corcel negro a mi lado, éste se acercó de más a mí yegua que se elevó un poco relinchando. Tiré de las riendas levemente retomando nuestro curso.

—Yo... sí, lo mencioné. A propósito, ¿Lauren ha dicho algo de Lauxwell? —pregunté acariciando con una mano la melena blanca y sedosa de la yegua.

—Dice que todo va de maravilla. Hubo un retraso con un programa de atención a los empleados del Reino que había querido implementar desde hace un tiempo, pero al fin está yendo como debería.

—Suena prometedor.

El frío en el ambiente aumentaba cada segundo, no podía evitar pegar los brazos a mis costados y hacerme pequeña para hacer el impacto de este más llevadero en lo que restaba del trayecto, cuando menos.

—Lo es... —se retiró una de sus capas abrigadoras color verde, colocándola con trabajo sobre mis hombros—. Quédatela, parece que tienes frío.

Asentí, él asintió de vuelta tomando mi gesto como agradecimiento y afirmación.

La risa de Dominic a una distancia considerable frente a nosotros resonó junto al trotar de los caballos. Miré de reojo a Ashton, recordando lo claro que había hecho con la instrucción de no hablarle a Dominic si no era trabajo. En todo el trayecto evite cruzar palabras con dicho rubio y lo logré con éxito, sin embargo, tenía un sabor agridulce ante la situación y lo incómoda que se tornaría en cuestión de tiempo...

Regnum. ✔️[DISPONIBLE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora