Capítulo 34

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La pesadez de mis párpados no hacía nada más que incrementar al igual que el zumbido en mis oídos. Era el latido de mi corazón, fuerte y consistente sin darse por vencido, el que limitaba mi capacidad de escuchar lo que decían las voces al otro lado del concreto que me rodeaba y aseguraba que la oscuridad fuese la única haciéndome compañía. Estaba cansada, cada hueso en mi cuerpo no podía más con la sensación de intraquilidad que el lugar entero me transmitía.

Escuché el gemido que solté hacer eco al mover mi pierna cerca de la pared en la que mi cabeza descansaba.

No sabía cómo había dejado de sangrar. Recordaba verla cubierta de rojo, no dejaba de salir... luego no vi nada y después desperté en la oscuridad.

Rápidamente, mordí mi lengua y tapé mi boca contra la tela de mi guante que se mantenía caliente incluso en un lugar donde dominaba el frío.

Frío... frío era lo único que podía sentir aún.

O quizás lo había dejado de sentir.

De cualquier forma, no podía saberlo.

—¿Qué sucede, querida?

La frialdad del concreto se enterró en mi espalda, mis manos abrazaron mis costillas sobre la ropa y mi cuerpo se contrajo como arte de un reflejo que sentía desagradablemenge familiar.

Su risa, que en un momento me había parecido incluso linda, fue seca y sin emoción. El sonido del metal llenó mis oídos, una luz se asomó por la esquina de las cuatro paredes manteniéndome, sus pasos se acercaron más y más. La falta de luz en toda la habitación no me permitió advertir la mano que colocó en mi mentón, sujetándolo con fuerza.

—Pero mírate... —con la mano en mi mentón, me arrastró hasta donde la luz daba cegando mis ojos unos segundos—. Luces bastante mal para la cena de esta noche.

Apenas tuve un vistazo de esos ojos avellana. Llevé mi mano descubierta encima de la suya y apreté tan fuerte como pude. La mano de Ashton bajó a mi cuello tomándolo con más fuerza que la mía. Miré las puntas de mis dedos volverse blancas, mis dientes rozaron contra ellos mismos y mi visión se volvía a tornar borrosa mientras sentía la necesidad de aspirar aire...

Déjala.

La voz grave sonó desde afuera- conté tres segundos más hasta que Ashton decidió liberarme.

El eco de mi tos llamó la atención de la voz grave puesto que se acercó y dejó que viera su rostro nuevamente, después de la última vez en el palacio.

—¡Ivy! —llamó Anwir... Robert—. Ven y alístala antes de que Ashton encuentre otro momento a solas con ella. Y no pierdas la vista de la doncella, acaba de recibir la última dosis.

Ashton bufó, alejándose de mí no sin antes patear a propósito mi pierna herida, haciéndome gemir de dolor una vez más. Gracias al Mar, guardó el comentario que sabía estaba ansioso de soltar y no se interpuso en el camino de Ivy quien me ayudó a salir de la habitación con una mano en la cintura y otra sujetando mi brazo sobre su cuello.

Tan pronto como salí de la habitación identifiqué en dónde me encontraba.

Estaba en el palacio de Lauxwell.

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Solté un suspiro de alivio al sentir mi pierna cómodamente enredada en las vendas que Ivy terminaba de asegurar. Miré mi reflejo en el espejo detrás de ella, quien me viera no pensaría que había sido arrebatada de mi libertad... de nuevo.

—Debes de dejar de hacerte estas cosas —dijo Ivy, negando con la cabeza al ponerse de pie frente a mi—. Pero si vuelve a lastimar su pierna, me ofendería que llame a alguien más, su majestad.

Regnum. ✔️[DISPONIBLE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora