Capítulo 23

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Con la vista nublada y las proporciones de los objetos y rostros a mi alrededor distorsionados, estiré mi mano para aceptar otro regalo de un niño pequeño Maredano. Sonreí al distinguir sus rasgos y ver el brillo en su pequeña nariz, su madre devolvió la sonrisa y lo retiró de la fila.

Era una tradición mostrar el respeto por los Reyes cada que estos contraen matrimonio en Maredale, ya sea con regalos físicos, propiedades, puertos e incluso poemas. No era obligatorio, pero aquí el pueblo siempre ha sido muy devoto a sus líderes, sobre todo a sus reinas. Por lo tanto, lo menos que podíamos ofrecer a cambio (además de un reinado exitoso) era un baile.

La primera vez que mi madre me contó de cómo había sido esta tradición para ella tenía once años, recuerdo que estaba peinando mi ondulado cabello mientras describía a gran detalle lo emotivo y significativo que el recibir estos detalles de los ciudadanos podía ser. Me decepcioné de mí misma al ver que no lo estaba disfrutando como esperaba. El sueño me reclamaba y no lo culpaba, yo había sido la que decidió no dormir después de haber tenido ese extraño sueño y alistar todo por la mañana. Tampoco había dormido en todo el día. Agradecí mentalmente al Mar de que fuera el sueño lo que no me dejaba concentrar esta vez y no el rubio a mi lado.

Me di la libertad de mirarlo a él y sus perfectos rizos brillar en contra de la luz de la luna asomada en la ventana del salón. Podría jurar que los arreglaba uno por uno con el propósito de torturarme a lo largo del día. La barba creciente era un gran detalle a la perfección de su rostro, nadie en su sano juicio podría negarlo, además le otorgaba un aire más serio, más formal. Imaginé la bonita estampa que éramos frente al palacio; su posición poderosa y camisa de seda azul marina un tanto desabotonada y pantalones de vestir negros al lado de mi vestido del mismo color con capas de tela en la falda y el escote abierto negro; unos auténticos líderes recibiendo a uno de sus reinos...

Su mano en mi mentón me hizo volver a la realidad.

—¿Hay algo malo en mi cara, princesa? —preguntó en voz baja, con su muy conocida actitud.

Sentí el calor subir a mis mejillas, había visto como lo observaba. —No, no, todo en orden, de hecho... —respondí, hundiéndome en vergüenza.

Soltó mi mentón guiando sus dedos a colocar un mechón de pelo detrás de mi oreja, como había hecho el día anterior en la limusina con nuestras caras alejadas a milímetros. Sonreí al ver como pronto sus mejillas se parecían a las mías, aunque en el color rojo era más notorio en él. Ocultó su cara cabizbajo. También pareció estar recordando.

—No te escondas —murmuré tomando su cara con ambas manos, agradecí lo cercanos que estábamos en la entrada del palacio—. Creo que me gusta más tu rostro cuando está sonrojado.

Encontré halagarlo en vez de insultarlo un tanto raro. ¿A él le parecería raro también?

Dejé de lado mis dudas cuando recordé que tendríamos una vida entera para acostumbrarnos.

—Cuidado, princesa. Casi suena como si estuvieras derritiéndote.

Empujé su cara juguetonamente. Volví mi atención al frente, olvidé que había una fila de Maredanos observándonos todo el camino desde las puertas del castillo hasta el otro lado del puente, listos para entrar. Y no sólo eso, ojos familiares también lo hacían a poca distancia de nosotros: Lidia sonrió con orgullo limpiando lágrimas falsas, Denis y Kai hacían gestos de asco y diversión, y Thomasq estaba con dos pulgares levantados mientras hablaba por su Jhin.

—El siguiente regalo será un bote, el quinceavo de la noche —dijo Luke mientras un guardia inspeccionaba a las personas siguientes.

—Me ofende su poca fé en mi gente, su majestad —bromeé colocando una mano en mi pecho, haciéndolo reír—. Es obvio que será un pez globo, de nuevo.

Regnum. ✔️[DISPONIBLE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora