Parte del paraíso

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Los brazos de mi padre eran el mejor refugio que tenía. Sus fuertes brazos me estrujaban y hacían que fuera muy difícil soltarme de él, aunque la verdad, no quería soltarme nunca.

Mis lágrimas resbalaban por toda mi piel oscura, y por lo que sentía las lágrimas de mi padre también bajaban por su cara.
Me separó un poco de el. Yo le miré a la cara. El me sonrió y con su mano derecha despejó las lágrimas de mis ojos.

— Cariño, te he echado mucho de menos — dijo mi padre entre sollozos.

Al verlo tan afligido lo único que hice fue abrazarlo otra vez fuertemente y llorar con el.
Escuché que la puerta se cerraba detrás de nosotros, por lo que papá y yo nos dimos la vuelta. Para nuestra sorpresa no había nadie, nos habían dejado solos.

— Te quiero mucho, eres lo mejor que tengo Caille.

Sus palabras se marcaban en mi mente de forma que nunca se  despegarian de ella, pero también llegaban a mi corazón.

Lo había visto llorando pocas veces en mi vida, pero ninguna me desgarró tanto el corazón como esta.
Solo se asemeja a la vez que mi abuela murió, el lloró toda la noche, y sus sollozos retumbaban por toda la casa.
Su madre había muerto el mismo día del aniversario de su empresa, un día muy importante para el ya que era el creador de la misma.

Recuerdo que mis padres, algunos trabajadores de la empresa de papá, algunos amigos de el y yo estábamos cenando tranquilamente en un restaurante, con comida de calidad que ni a mis padres ni a mi nos gustaba mucho.
Eran platos minúsculos que costaban más dinero que el sueldo de unas personas que trabajan 12 horas sin parar al día.
Esto último me parecía sumamente despreciable.

Mi padre me sacó de mis pensamientos cuando tomó mi mano he hizo que me sentara en una de las sillas que estaba a mi lado derecho.

— Papá, ¿Tu me has traído aquí?

— Si cariño, tu madre y yo lo hemos pensado mucho — su voz parecía muy normal, pero su cara era de nerviosismo total.

— Te podría mentir y decirte que es porque en el instituto antiguo no sacas unas notas muy altas o tonterías de esas, pero no te quiero mentir.

— Papá... me— me estás asustado. — mi voz se entrecortó, la verdad es que tenía miedo.

— No hija, de todo menos eso, no hay que tener miedo.

— ¿Me vais a vender o a sacrificar?

Mi padre soltó una pequeña risa, el creía que lo decía de coña, pero lo decía en tono serio.

— No hija, nada de eso... es solo que... es muy difícil de explicar— me desesperaba su forma tan lenta de hablar.

— Sólo dilo papá.

— No es que no quiera, es que no puedo — era raro viniendo de él, mamá y yo siempre sabíamos. — Sólo te voy a decir una cosa, y puede que esto no estuviera en los planes, pero eres mi hija y creo que deberías saberlo.

Mi padre lo decía en tono épico, en otras circunstancias me pondría a reír, pero sabía que esto era serio.

— Hemos tenido un gran problema, no queremos que sepas nada por tu salud o por tu peligro.

Esto era MUY serio, tan serio como para cambiarme de instituto y no contarme nada.

— Papá, ¿Me puedes responder a algunas preguntas? — Tenía tantas en mente que no sabía donde empezar.

— Claro cariño, si las puedo contestar, sí.

— ¿Donde está mamá? ¿Está bien? — ahora mismo el temor más grande.

(Lesbian) Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora