Punto de vista de Luna.
Cerré los ojos, y sentí como sobre mi piel se dibujaba aquella fuerza infinita. Decían que el amor era invencible, pero esa frase de ingenuos. El dolor puede más. Me dejé llevar, dejé que mi corazón ardiera a fuego lento, y de mis manos, como llamas en una noche oscura, se escapó aquella energía tan temida, tan mortal, tan destructiva. Luego vi el largo bosque que se extendía arder. Los arboles caían, y entre las hojas marchitas y los troncos perdidos, se elevaron las cenizas de un amor maldito. Lans vino a mí corriendo, sin duda alertado por el ruido y el color cenizo del cielo. Tardó en encontrarme. Me había perdido en la oscuridad.
-Luna...-susurró mirando a su alrededor. No quedaba nada. Me giré y lo miré sin decir nada, para luego correr a sus brazos como alma que busca alivio. Volvimos al castillo, y mientras caminábamos se instaló el silencio.
-Todo estará bien-dijo. Siempre decía lo mismo, y a veces me costaba creerle. Me adentré a mi habitación, y antes de que se marchase a la suya, dije un débil "quédate". Y el se quedó. Siempre se quedaba si se lo pedía, pero aquella noche sus besos se me hicieron insoportables, porque mi piel exigía los de Mica.
En la madrugada, un ruido me despertó, y me sorprendí al ver a Lans despierto, sentado junto a la ventana y mirando al cielo como si buscase un consejo en sus estrellas.
-Qué pasa?-pregunté, y él me sonrío. En la sombra de su mirada, vi una lágrima aparecer.
-Nada, cariño.-
Volví a la cama entendiendo lo que ocurría. Se despedía de sus padres, que, atados como los monstruos que eran, se iban del castillo para siempre.
Desperté la mañana siguiente y supe que sería un día importante. Lans estaba listo, en su uniforme, como siempre. Hizo el anuncio. Los reyes Sila se habían retirado.
-Y con su retiro, llega el fin de esta guerra. Proclamo la Paz, entre Novas y Silas-dijo, y se escucharon miles de suspiros de alivio, miles de gritos de alegría, y por primera vez sentí que al fin podía respirar.
Aquella misma tarde debíamos ir a La Clave para firmar oficialmente la paz con los reyes Nova. Era la primera vez que veía al Rey Archer, aquel padre sombra del que solo había escuchado sin jamás haber visto.
Cuando entramos a la inmensa instalación, sujeté la mano de Lans intentando no desfallecer. Era el momento de hacer lo correcto, de arreglar el caos que yo había provocado por alguien que no lo merecía. Cuando entramos a la sala, retuve mi respiración al ver a Mica allí sujetando la mano de Leonor como yo sujetaba la de Lans. Nunca había estado en aquel lugar, pero sentía que ya lo conocía. Sentados al rededor de una mesa circular de marnol negro, los reyes Nova, Gea y Volts esperaban junto a otros generales. Junto a mi padre, Mica nos observaba, y veía en su mirada pura desconfianza. Ahora no éramos más que extraños.
-Nos alegra mucho, príncipe Lans, que haya decidido terminar este conflicto-dijo el rey Archer. Su mirada se paso luego a mí, y tuve que mirar a otro lado para no sentirme avergonzada.
-Es un placer para mí, poder rectificar los errores de mis padres y luchar por un nuevo futuro, más brillante y conveniente para todos-afirmó Lans. Nos sentamos en los puestos que ocupaban los reyes Silas en aquella mesa. A pesar de que la boda y la coronación oficial ocurrían la mañana siguiente, éramos oficialmente los representantes del reino Sila.
-Y que pasará ahora, joven príncipe?-preguntó la reina Volt, seguro refiriéndose al trono.
-Tomaré el trono cuando salga el sol, como lo corresponde la linea de sucesión. Seré rey, y Luna reina-
Me dolió escuchar aquellas palabras viendo como Mica apartaba la mirada. Mi padre se sorprendió de inmediato.
-Pero Luna no es solo una Sila, también es una Nova. No debería ella tomar sus respectivas funciones en ambos reino?-observó el rey Gea, un hombre mayor, pero que aparecía tener la sabiduría de la tierra en los ojos.
-El rey Glast tiene razón-apoyó el rey de los Volts.
-Reina de Los Silas, princesa de los Novas, entonces.-respondió Lans mirándome en señal de aprobación, y yo asentí.
Fue entonces cuando Mica rió sarcásticamente.
-Pero qué tanto han perdido la cabeza?-cuestionó, y me sorprendió su manera de hablar. Como si tuviese él la autoridad. Y me di cuenta de que en realidad, nadie se atrevía a oponerse a él.-Piensan hacer reina y princesa a una traidora? Es que debo recordarles que esta guerra la empezó ella?-
Que me atacará tan directamente frente a todos hizo que la frustración que sentía saliera a la luz.
-La guerra no la he empezado yo, la empezaron los antiguos reyes-me defendí, pero Mica no había terminado.
-Y con ayuda de quién? A caso no fuiste tú, la que, con tus poderes, les diste la fuerza para empezar la destrucción del reino Nova?-
-Luna ha sido perdonada por sus acciones-intervino Lans enfrentándose una vez más a su hermano menor.
-Que sea reina, princesa, y todo lo que quieran. Pero exijo que se deshagan de sus poderes. Es peligrosa para todos y no debe poder tener la fuerza de desequilibrar nuestro mundo-
-Y quién te crees tú para considerar si debo tener mis poderes o no?- respondí sintiéndome atacada. Me hartaba su actitud imponente, autoritaria. Quién era él y que había hecho con el Mica que yo conocía?
-Basta-intervino la reina Volt, intentando restablecer el silencio.
-El joven Mica tiene razón.-Apoyó el rey Archer. Debemos tener una manera de garantizar que esto no volverá a ocurrir.
-Yo se los garantizo-dije con el ceño fruncido. La idea de que pudiesen quitarme mis poderes me hacia arder. Miré a Lans, y vi como me decía con su mirada que la batalla estaba perdida.
Perder mis poderes. Este era el precio que pagaba por haber desatado el caos. Cómo pude haber pesado que saldría ilesa?
Miré a cada uno de los presentes, y me detuve un poco más tiempo en el rostro satisfecho de Mica. En este momento, lo odiaba más que nunca.
-Acepto- dije en un suspiro resignado.
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Sin Mirar Atrás
FantasíaLuna. Un nombre que desató desgracia en un mundo que no es el nuestro. En su sangre había algo funesto. En su mirada había pura vida. Hija de luz y sombras. Entre el bien y el mal. Condena y salvación. Poder. Traición. Secretos. Amor. Y dos prof...