28. Eagal (Miedo)

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A Luis no le extrañó demasiado no encontrar a Aitana en la sala del mural cuando subió a buscarla para cenar, aunque si le llamó la atención que sus pinceles estuviesen en el suelo sin recoger. 

Lo más probable era que no anduviese muy lejos. 

Aunque tampoco estaba en la sala de ensayos. 

Solo para asegurarse subió hasta lo alto de la torre, pero tambien la linterna estaba vacía. 

De cualquier forma no era la primera tarde que se cruzaban por el camino. Quizás tenía pensado volver a trabajar después de la cena. 

La noche anterior, al volver juntos a la casa desde el faro, se había esforzado en fingir normalidad pero había sido plenamente consciente de lo que Aitana le había pedido sin palabras al preguntarle por sus deseos a estrellas fugaces. 

Lo que era incapaz de darle. 

En la casa principal, Ana y Theo ponían la mesa entre risas. Paula tenía el día libre y Fergus había tomado el control de la cocina, mientras Marina criticaba cada uno de sus movimientos. 

Todo normal. 

Excepto que Aitana no estaba con ellos en el salón, ni en la cocina, ni en su cuarto. 

Aún así decidió que no tenía motivos para preocuparse. 

Probablemente a ambos les pesaba su última despedida, algo incómoda, y quizás ella le estaba evitando como él lo había hecho el resto del día. 

Aún así se había sorprendido varias veces a lo largo del día pensando en ella por razones que no tenían que ver con su conversación la noche anterior. 

Se había acostumbrado a sus rutinas, al café de media mañana, a reconocer su perfume al entrar en el faro y a levantar la vista durante cenas, desayunos y comidas y verla sentada al otro lado de la mesa, escuchando la conversación con una sonrisa tranquila. 

Aún quedaba algo de luz, de modo que dejó al resto ocupado con la cena y, sin decirles nada, bajo a la playa seguro de encontrarla allí, remojándose los pies.

Pero Aitana no estaba en la playa, ni cerca de las cabañas, ni en ninguno de los senderos de la isla. 

Al llegar de nuevo al faro y encontrarlo vacío empezó a preocuparse. 

Aunque casi con toda seguridad estaba sacando las cosas de quicio. 

Decidió volver a la casa principal y se encontró a todo el mundo sentado a la mesa esperando a los que faltaban. 

Aitana y él. 

- ¿Dónde está Aitana?- era posible que hubiese algo, solo una pizca,  de pánico en su voz. 

Si Luis hubiese estado más tranquilo, se habría dado cuenta de como Gonzalo se quedaba pálido al oír su pregunta. 

Theo fue la primera en levantarse de la mesa. 

- ¿No está en el faro? 

Luis se dejó caer en una de las sillas desfondado. 

Ni siquiera había sido consciente de que había hecho el trayecto de regreso corriendo, seguro que alguien en la casa principal podría explicarle la ausencia de Aitana. 

- ¡Joder!- empezó a notar que su corazón se desbocaba- ¿Y si se ha caído de una de las rocas?, ¿o le ha pasado algo mientras se bañaba? 

Al acercarse a él, Garcés se dio cuenta de que estaba sudando.

Luis, habitualmente el que conservaba la calma en los momentos de tensión, estaba al borde de un ataque de pánico. 

- Tranquilo, Luis- puso las manos en los hombros de su amigo para obligarle a que le mirase a los ojos- seguro que se ha acercado al pueblo o algo así. 

La isla del faroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora