Durante los cinco primeros kilómetros el corazón de Aitana latía tan fuerte que era incapaz de escuchar nada por encima del estruendo de la sangre galopando por sus venas.
No fue hasta que vio el cartel que indicaba que estaban llegando a Castle Douglas que fue capaz de respirar lleando por completo su pecho de aire
La idea de llamar a Argyle se le había ocurrido mientras recogía los efectos personales esenciales para viajar en su habitación.
Había puesto mucho cuidado en que nadie la escuchase.
Sabía que si Gonzalo sabía lo que quería hacer, trataría de convencerla de que era la peor idea del mundo. No quería ni imaginar lo que le habría dicho Luis.
Probablemente ambos tenían razón.
Cuando respiró el ritmo normal de respiración, se giró hacia Manuel. Tampoco él había dicho nada desde que la había recogido en el muelle.
Habían pasado casi siete meses desde la última vez que le había visto, suplicándole que no la dejase atrás. Estaba perdida y sola y creía que le necesitaba para salir adelante.
También ahora le necesitaba. Al menos de momento.
La gran diferencia era que ya no estaba perdida. En absoluto. Tampoco sola.
Manuel había huído y ella había querido hacerlo con él. Desaparecer del mundo y evitar responsabilidades.
Se imaginaba que visto desde fuera podía parecer que estaba huyendo ahora.
Pero no era así.
- Gracias por venir a recogerme- Aitana decidió que ya que había tomado ella la iniciativa de verle también debía ser la primera en hablar.
Manuel pareció aliviado por su tono que, probablemente, se había imaginado mucho más áspero.
El mensaje que había llegado a su teléfono había sido breve, apenas unas líneas acordando un lugar para verse y poco más.
Tenían que hablar sobre aquel dinero, le había explicado y era mejor hacerlo en persona.
- ¿Cómo estás?- carraspeó- te veo...bien.
No lo estaba diciendo solo por ser educado.
Había dejado a una chiquilla rota, suplicándole una solución. El mensaje que le había llegado había sido casi una orden y Manuel no tenía demasiados problemas en aceptar esa situación y dejar que otra persona tomase la iniciativa.
Así había sido toda su vida. De hecho le daba la oportunidad de pensar lo menos posible.
Había sido su madre quien, a través de un abogado, le había sugerido que encargase una investigación en busca de cuentas ocultas.
Silvana Durero, por supuesto, lo que tenía en mente era la posibilidad de que su marido le hubiese ocultado algo a ella. Algo de lo que que poder valerse para negociar con las autoridades una pena más leve para ella.
El descubrimiento de una cuenta a nombre de Aitana, bastante sustanciosa, le había pillado por sorpresa. En todos los años que había pasado casado con ella, jamás la había creído capaz de ocultarles algo así.
Como él mismo, Aitana siempre se había sentido más cómoda dejándose llevar por las circunstancias.
Pero ahora podía ver que la mujer que viajaba a su lado en aquel coche alquilado, poco o nada tenía que ver con la que había dejado llorando seis meses atrás.
- ¿Qué tienes pensado?
Aitana parpadeó un par de veces sorprendida, como si la pregunta la pillara por sorpresa.
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La isla del faro
Fiksi PenggemarEn una diminuta isla del mar de Escocia existe un refugio para artistas. Una pequeña burbuja para almas perdidas.