Objetivamente debía haberse cabreado hacía dos meses.
El mismo momento en que se enteró de que sus suegros habían cometido desfalcos que afectaban también a todo su patrimonio.
Pero entonces consideró que la culpa había sido suya por no tener el control suficiente sobre sus asuntos financieros. Por mirar a otro lado. Por lo que fuera.
Desde luego sabía que su reacción debía haber sido otra cuando se convirtió en el hazmerreir de todo el pais al hacerse públicas las aventuras extramatrimoniales de Manuel.
Cualquiera menos vomitar en la alfombra persa del salón.
Pero aparentemente sus emociones habían estado teniendo un debate en el fondo de su cerebro sobre cual tenía que tomar el control.
La Vergüenza había entrado arrasando, dando órdenes y obligándola a esconderse debajo del edredón. La Incertidumbre y el Miedo habían tenido sus momentos de gloria cuando no había sabido a qué o a quién aferrarse.
Pero parecía que el Enfado había estado esperando, tomando forma y fuerza, haciendo flexiones en un rincón para hacer su aparición estelar en el momento en que había escuchado el nombre de Cepeda.
El puto Luis Cepeda.
Por supuesto, allí, en una isla perdida en el fin del mundo a la izquierda, estaba Luis Cepeda Fernández.
Por supuesto, que si su vida se estaba yendo al carajo, él tenía que tener un asiento en de primera fila para disfrutarlo.
Por, jodido , supuesto.
El fantasma de las navidades pasadas, poniendo de manifiesto con todo detalle, cada error que había cometido en su vida y darle un par de pistas sobre lo negro que sería su futuro.
Como si no hubiese hecho ya bastante.
Aunque era poco dada al examen de conciencia, Aitana se había preguntado en más de una ocasión, cual había sido su pecado original.
El proverbial mordisco a la manzana del que derivaban todos los demás desastres de su vida.
Quizá el error había sido enamorarse de Luis Cepeda en primer lugar.
Aunque con el tiempo había llegado a convencerse de que aquello ni tan siquiera había sido amor.
Hormonas. Fascinación. Atracción sexual quizás.
Pero algo que había hecho daño a tantas personas no podía llamarse amor.
En otras ocasiones se decía a si misma, que quizá el fallo no había estado en la forma de comenzar, sino en la forma de terminar. A golpes, con idas y venidas, con promesas interrumpidas que habían ensuciado lo que quedaba de bueno y bello entre los dos.
Pero cuando se atrevía a ser completamente sincera, algo que normalmente coincidía con que había ingentes cantidades de alcohol en su organismo, podía aceptar que el peor pecado lo había cometido cuando había aceptado mirar en otra dirección mientras otros arreglaban sus desastres.
Pero allí estaba. Porque era él.
Mientras empezaba a óir todos los sonidos a su alrededor como si llegasen a través de un tunel, Aitana no tuvo la menor duda de que la camarera estaba hablando del Cepeda que ella conocía.
Unas motas negras empezaron a ejecutar un complicado ballet ante sus pupilas y sospechó que en cualquier momento se iba a caer sobre la lasaña humeante que acababan de dejar ante ella.
De bruces en la salsa boloñesa.
Porque las humillaciones que había sufrido en los últimos tiempos no habían sido suficientes.
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La isla del faro
FanficEn una diminuta isla del mar de Escocia existe un refugio para artistas. Una pequeña burbuja para almas perdidas.