7- Brillo cegador

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   —Debes despertar, Taiki... —oye este, sacudiendo apenas su cabeza y gruñendo. —Si no, no podremos mostrarles de lo que somos capaces. —sigue oyendo, reconociendo una voz masculina y joven, al parecer de un chico de unos 20 años.

   No son ni Yeth ni Patic.

   —Tu gente y el mundo, te necesitan... —oye, con la voz ahora volviéndose un poco más profunda y lejana. —Abre los ojos, Taiki, y brilla-

   Abriendo sus ojos repentinamente, Taiki da un pequeño salto en la silla y habría ido más lejos si no fuese porque su madre le detuvo a tiempo. Con su respiración agitada, el joven niño suelta suspiro tras suspiro hasta que finalmente logra calmarse. Su madre se arrodilla a su lado y se asegura de que esté bien. Solo están ellos en el cuarto.

   — ¿Q-qué-? ¿Qué pasó? —pregunta por fin el chico.

   —Nada. Te desmayaste por el dolor, pero nada grave. —Le dice su madre, tomando un paño de agua fría y pasándolo por su frente. —Ven, tienes que verte.

   No entendiendo muy bien a lo que se refiere, Taiki se pone en pie y toma de la mano a su madre, dándose cuenta entonces que los tatuajes han sido terminados y, dada su inconsciencia, ya pasó el tiempo debido para que se sequen y asienten.

   Alzando su mano derecha ve las flechas correspondientes a tal mano, viendo la flecha que va por su brazo izquierdo y por sus piernas hasta sus pies. Son tal y como las de su madre y eso le hace sonreír muy emocionado. Karell le da un pequeño abrazo.

   —Ven, todos quieren verte. —Le dice su madre con un pequeño entusiasmo.

   Ya saliendo fuera de la torre, Taiki ve cómo Kori luce orgullosa de sus tatuajes así como él, por lo que de un salto se une a ella y juntos exponen sus símbolos ante todos. A pesar de ser de noche, los faroles iluminan todo a la perfección...

   —Oh, miren quiénes nos han venido a ver. —dice Gene, apuntando por un momento al cielo, allí donde ven todos pasar a unas pequeñas criaturas voladoras.

   —Me alegra que los lémures voladores no sean algo solo del Sur. —dice Kudo cuando un par de estos llegan hasta él y le usan de soporte, con uno de ellos acurrucándose entre sus brazos y causando una inmensa ternura entre sus amigos y familiares.

   —Maestro Taiki, maestra Kori, mañana en la mañana partiremos al noroeste, allí en donde les espera una manada de bisontes. —Les comunica uno de los ancianos, con los dos apenas mencionados sonriendo emocionados. —Tal como Yaki, Yeth y muchos de nosotros, podrán hacerse amigos y volverlos sus compañeros.

   —Amaría viajar por el mundo en bisonte, pero... —dice Kori, desanimándose un poco. — ¿Eso no iría en contra de todo lo que defendemos? —pregunta, con los ancianos no entendiendo. —Al usar a un animal como transporte, ¿no seríamos parte del problema?

   —Si ese animal que usas es tu amigo y compañero, y no tú esclavo, no, querida. —Le asegura Gene, con la misma sonriendo y asintiendo.

   Distanciándose un poco de todos, Taiki comienza a sentir nuevamente ese dolor que percibió cuando estaba despertando de la inconsciencia, y que ahora ha vuelto para su sorpresa. Creyó que era algo momentáneo, pero no se detiene y le está molestando ya demasiado. Yaki es la primera en darse cuenta, y acto seguido todos los demás.

   — ¡Agh, ya detente! —grita, sujetándose la cabeza con ambas manos y terminando de rodillas en el suelo. — ¡Basta, por favor, me lastimas! —grita, no sabe bien a qué.

   —Ella y yo pensamos en atrasar el llamado, pero ha pasado ya una década... —oye Taiki, repitiendo entonces varios "no, no" que preocupan mucho a sus padres. —Si bien sigues siendo un niño, hemos avistado nubes de tormenta en lo alto.

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