1- 18 años

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   "Inhala y exhala. Inhala, y exhala..."

   Eso era lo que Isek se iba repitiendo en su mente mientras avanzaban a través de la espesa nieve, pero decir una cosa no es lo mismo que hacerla, por lo que por largos ratos no terminaba haciendo más que aguantar la respiración, tosiendo por ello.

   Finalmente, y tras una tediosa subida, llegan a lo alto de una gran colina nevada. Isek forma parte de un grupo de viaje bastante grande. Son cerca de 50 hombres envueltos en pieles y armas. No hay ni una sola mujer y eso se debe a que es día de caza.

   —Nuestro destino está cruzando esta pradera, Avatar Isek. —Le dice el anciano que va a la cabeza del grupo junto a su padre y su hermano mayor.

   —Hoy no hacen falta esas formalidades, Monty. —habla su padre, un hombre robusto y de ceño fruncido. A diferencia de los demás no es por el frío, sino porque en sí suele ser un hombre malhumorado todo el tiempo. —Hoy dejamos atrás todas esas tonterías de ser el Avatar y nos enfocamos en la prueba de hombría final de mi segundo hijo.

   Sí, a su padre no le importaba mucho esto de que Isek fuese el Avatar, "pero bien que lo aprovecha para sacar ventaja ante el resto de tribus" es lo que el joven pensaba.

   Monty, quien había sido su profesor en fuego control, miró al muchacho que ese día llegaba a la edad suficiente para vivir solo o, normalmente, embarazar a una mujer. Su expresión lo decía todo: total preocupación. No era ningún secreto que no estaba nada de acuerdo con el modo de crianza que Takeo había aplicado en Isek, pero poco se podía opinar por aquella región sin ganarte luego una apuñalada mientras dormías.

   —Maestro Montgomery... —Le llama Isek, y una vez se apartan un poco del resto del grupo en mitad de aquel valle, el joven se ve liberado para seguir. — ¿Usted cree que... bueno, llegará un momento en el que sea el Avatar en algún otro lugar?

   —Que si lo pienso, puede ser, que si lo creo... tal y como están las cosas, Isek, no lo veo, siéndote sincero. —Le responde el anciano, con Isek bajando la mirada. —Tú eres el Avatar, así que en gran parte depende de lo que tú decidas hacer.

   —Pero irme sería traicionar a mi padre y a toda mi gente, ¿no?

   —Mm, no lo sé. Yo, por lo menos, no lo considero una traición si es por las razones correctas. —Le dice Monty, con Isek asintiendo y perdiendo un poco de velocidad.

   Tan pronto se separa del anciano, Isek continúa caminando ahora solo. Olvidó por un momento que estaba hablando con un maestro fuego. Ellos no saben de integridad o verdadera lealtad, solo se lanzan fuego entre sí y a otros por tierras y poder. Claro que Monty es un gran sabio que sirvió a la propia Avatar Neimeth, pero Isek duda que se le esté entendiendo en verdad. Últimamente siente eso mucho. Se siente incomprendido.

   — ¡Hey, pero si es mi hermanito el hombre! —oye, con Kenji dando un salto sobre él y abrazándolo con un brazo en lo que siguen caminando. Él es su hermano mayor.

   —Solo dime a cuántos. —comenta Isek con total desgano, logrando que el mayor le dedique una de sus típicas miradas de desagrado y se separe abruptamente de él.

   —Siete. —Le dice, arremangándose un poco su largo abrigo y mostrándole una herida que aún sangra un poco, demostrando que es reciente. —El último mordió, pero nada que mi cuerpo fibroso no pueda controlar. Así lo manejamos los hombres de verdad.

   —Supongo que aquí viene el por qué crees que yo no soy uno.

   —Acertaste, hermanito. —Le dice Kenji, sonriendo y dándole un pequeño empujoncito con su hombro derecho. —Verás... los hombres de verdad no necesitan de estos tontos rituales finales. Los hombres de verdad nos adelantamos y lo hicimos de niños.

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