Uno no habla todos los días con el primer Avatar que hubo, por lo que Isek se toma un par de horas antes de regresar a casa y confrontar a su padre por todo lo sucedido.
Ya dejando al caballo avestruz ártico en su lugar, Isek se adentra en la pequeña villa comandada por su padre y de inmediato se siente el centro de todas las miradas. Todas son, tal y como se lo esperaba, de absoluta decepción e incluso rencor y odio.
A ojos de todos, Isek ha pasado a ser un traidor.
Llegando al centro de la villa, Isek se convierte en piedra y un pequeño grito ahogado se le escapa al ver cómo, colgado de sus dos muñecas al tótem central de donde suelen hacer las grandes fogatas, se halla el joven chico al que le "perdonó" la vida.
El joven se ve muy malherido, con su rostro siendo el principal exponente de que los guardias de su padre no fueron exactamente respetuosos al transportarlo. Sus pies en la base están juntos, encadenados, y tapados por una pequeña montaña de heno.
Por un momento Isek se detiene justo frente al chico atado frente a él, viendo las quemaduras sin atender que tiene por todo el cuerpo, la capa de tierra que lo envuelve y sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. Su expresión es nula. Su mirada se enfoca en la nada y lo vuelve un cuerpo casi inerte, sin fuerza, sin emociones, y sin alma.
Sin vida.
No se demora en notar que ha llamado atención de varios a su alrededor, todos leales a su padre y que empuñan o se preparan para empuñar sus armas.
Retrocediendo, cambia su dirección a la casa principal de la villa. Su hogar.
O algo así.
Entrando a la sala principal, Isek se sorprende un poco al no ver a nadie rondando. Lo normal es que o Lideya ande limpiando o Kenji haya invitado a muchos amigos para una de sus tontas y típicas fiestas, pero ese día toda la casa del Jefe Takeo parece estar vacía... Y no solo eso. Isek siente unas vibras un tanto extrañas. Siente algo oscuro...
Tal vez sea porque habló con sus tres vidas pasadas y puede que haya desarrollado algún tipo de sensibilidad espiritual, pero Isek siente que aquel sentimiento se apodera de su entorno y de su mente cada vez más, a pesar de que su cabeza sigue clara y no se siente mal ni nada. Es una fuerza exterior que busca empujarlo al caos, pero que al mismo tiempo se siente interna, como si proviniera de uno de sus propios órganos.
—Un lazo externo, pero que se siente interno... —murmura Isek, tal vez creyendo que, si lo pronuncia con su propia voz, su mente lo pueda tener más claro.
De pronto sus ojos entrecerrados se abren por completo.
"Un lazo externo, pero que se siente interno"...
— ¡Lideya! —termina por gritar, girándose y comenzando a correr.
Tras apenas un momento llega hasta un pasillo y de ahí casi tira abajo la puerta del fondo, entrando en una habitación bastante pequeña y desarreglada. En cuanto ve a su hermana sentada de espaldas contra la pared sobre su cama, Isek respira hondo y se da un momento para respirar, aliviado, pero tras un momento se da cuenta que Lideya permanece en la misma posición sin importarle su presencia, por lo que entra más en el pequeño cuarto y se acerca a su hermana, finalmente llegando hasta ella y posando su mano izquierda en su hombro derecho, momento en el que Lideya comienza a murmurar un par de cosas inentendibles mientras tiembla y sigue en esa misma posición.
Preocupándose, Isek busca que su hermana le mire, pero al tocarla por el otro hombro esta comienza a sacudirse levemente y a murmurar con un poco más de fuerza. No fue un forcejeo, pero Isek quiso que su hermana se gire hacia él y terminó lográndolo, y no le fue muy complicado pues más allá de un pequeño disturbio, Lideya no parecía estar en sí, tanto que terminó cayendo de costado sobre su cama. Al agacharse para verla de una forma más detallada, Isek se volvió de piedra una vez, tal y como en la plaza...
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LEYENDAS AVATAR
FanfictionDescubre qué hizo tan grande al Avatar y a las Cuatro Naciones. Conoce aquí las leyendas de Taiki, Neimeth, Isek y Jakob, los primeros 4 avatares post Wan. © Todos los derechos de las culturas y el mundo en el que se habita pertenecen a Michael Dant...