7- El chakra del fuego

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   —Tiene que ver con la fuerza de voluntad y se bloquea con la vergüenza...

   Sintiendo un pequeño dolor sumado a unas gotas de sudor que caen por su frente, Jakob comienza a sentirse mal en plena noche.

   —Dime Jakob, ¿de qué te avergüenzas?

   Casi saltando de la cama, pero por suerte sin soltar ningún grito, Jakob despierta. Se toma un momento para recuperar un ritmo cardiaco más tranquilo y entonces ve a su lado a Bradach, quien duerme plácidamente en su misma cama. Con suma cautela se vuelve a acostar a su lado y lo abraza un poco, intentando conciliar el sueño otra vez.


   — ¿Estás seguro que era su voz? —Le pregunta Bradach en medio del desayuno.

   —Completamente. Era él. El Avatar Wan.

   —Dicen que los sueños vienen del subconsciente. Tal vez tu subconsciente te está diciendo que tal vez deberías llamarlo de nuevo y escuchar lo que tiene para decirte.

   —No, para nada, de ningún modo. Tuvo su oportunidad y no hizo más que parlotear de lo agradecido que debería estar y de lo genial que se supone que debo sentirme. No me entiende, y dudo que un monje y dos exiliados de sus aldeas de origen sean mejores que eso. —dice Jakob en lo que come con frustración. —Ellos no me entienden.

   —La cuestión es, ¿tú los entiendes a ellos?

   —Por supuesto que no, y no tengo por qué. Sus tiempos ya terminaron, están muertos. Si van a estar en mi cabeza que por lo menos intenten ser útiles.

   —No lo sé, Jakob... Tal vez deberías ser más abierto de corazón y buscar entender por qué ellos eligieron lo que terminaron haciendo. Es decir... he estado leyendo un libro que tiene Yipo y ¿sabías que Avatar Isek llegó a tener tres esposas?

   —Pero con ninguna tuvo hijos ni consideró tenerlos, y todas esas uniones fueron de meses. Creo que la más larga fue de dos años. —dice Jakob, con Bradach intentando recordar, pero pasando a confiar en los números que Jakob va soltando. Después de todo, él mismo lo vivió. —Y... yo quisiera intentarlo. Darle un heredero a este lugar...

   — ¿Sí sabes que yo no puedo...?

   —Jaja, lo sé, pero me refiero a, ya sabes, contratando a una chica específicamente para eso y cosas así. —dice Jakob, con Bradach terminando confundido.

   —Creo que esa mente vendría bien dentro de 10 mil años, pero no ahora. —responde su novio, con Jakob encogiéndose de hombros. —Por cierto hoy-

   Las palabras del capitán de El León Buitre son interrumpidas cuando un gigantesco tubo color negro atraviesa el suelo de abajo a arriba y se lleva todo consigo: desde la mesa al propio techo, atravesando casi todo el barco y dejándolo partido al medio.

   Jakob y Bradach se logran sostener entre sí y a algunas paredes, y en cuanto el gran tubo desaparece por donde vino, se reúnen en una zona más o menos segura.

   — ¡¿Qué rayos fue esa cosa?! —grita Bradach, abrazando a Jakob como si no hubiera un mañana. Y tal vez no, no lo haya.

   Es entonces cuando un fuerte rugido los ensordece, y entre tanto caos oyen los gritos del gran Yipo desde cubierta, la cual permanece aún en perfectas condiciones.

   Apenas al salir, Jakob y Bradach ven algo que les deja anonadados. Se trata de una serpiente gigantesca que salió de la nada y amenaza con volver a atacar en cualquier momento, el cual llega antes de que Yipo pueda decir nada. De un coletazo, la serpiente gigante termina por derribar uno de los grandes pilares y con este caen todas sus velas.

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