3- El matadero

13 4 0
                                    

   Es hora de la cena y la cubierta está llena de sujetos sentados en el piso cenando lo que los líderes de la tripulación han repartido. En un rincón apartado de todos y con un trozo de carne envuelto en papel entre sus manos se encuentra Jakob, observando el oscuro mar frente al barco que se mueve apenas por las ligeras ventiscas nocturnas.

   —Aquí estás, amigo. —oye, notando especial connotación en la última palabra.

   Al girarse apenas ve que se trata de Bradach, quien esta vez viste una simple camisa blanca metida en unos pantalones bien ajustados que lo marcan absolutamente todo.

   —Hey, ¿y tú lindo saco? —Le pregunta Bradach, notando que Jakob viste una camisa algo grande para su cuerpo un poco sucia. Parece ser ropa prestada por otros.

   —Me deshice de toda mi ropa... bueno, salvo las botas. —dice Jakob, mirando estas aun manteniendo seguros a sus pies. —Eran del sitio del cual escapé, y pues no quería tener nada que me recordara a ese lugar. No quiero recordarlo ahora mismo.

   —El gran Yipo tenía razón. Sí que no paras de hablar. —Le dice el rubio, ya sentado a su lado. Jakob lo mira con curiosidad... —Él me contó que hoy lo conociste, y que no te impresionaste por lo gordo que es y los músculos que tiene encima.

   —Espera, ¿ese robusto es el gran Yipo? Pero si no parecía la gran-

   —Oh, cuidado ahí marino, no querrás completar esa oración y que por accidente yo se lo cuente luego. —Le advierte el rubio, viendo por el rabillo de su ojo izquierdo al gran Yipo comerse de todo a lo lejos, incluido a su buen amigo de antes, Esquelético.

   — ¿Son amigos?

   — ¿Te sorprende?

   —Considerando que él trapea pisos y tú desfilas con diamantes, la verdad sí.

   —Jajaja, también me habló de eso. —dice Bradach, mostrando por primera vez una sonrisa completa a Jakob. —Dijo que parece que tenemos un nuevo corderito-gallina.

   — ¿Nuevo? ¿Quién-?

   —Yo. —Le interrumpe el propio Bradach, encogiéndose un poco de hombros en lo que alza la mirada al cielo negro sobre ellos. —Eso que te dijo Esquelético sobre... mí queriendo probar que podía con todo... es cierto. Así lo fui al principio.

   — ¿Y qué pasó luego?

   —No supe limpiar, no supe guiar, no supe... hacerme valer.

   —Pero lo superaste. Eres sub-capitán.

   —Por absoluta imposición, Jakob... —Le dice el rubio, suspirando. —Mi abuelo es fuerte y tenaz, por eso a nadie le importa que esté sobre los 80. Si no resistiera como lo hace ya me habrían tirado por la plancha, temerosos del fracaso que sería como capitán.

   —Yo no creo eso...

   —No llevas ni un día aquí, ya lo verás.

   —Pues yo creo que serás un gran capitán algún día.

   —Tienes fe ciega en los desconocidos. Los Sabios te criaron igual a ellos.

   Tras oír aquello, Jakob se quedó mudo. Bradach lo miró una sola vez más antes de volver a reír un poco, pero Jakob no lo encontraba nada gracioso. De hecho, comenzaba a tener miedo. Miedo a que Bradach lo entregara, a que todo ello fuese una trampa...

   —Oh vamos, no fue difícil reconocer el atuendo tradicional de los Sabios del Fuego. Solo te faltaba la gran capa encima que funciona como túnica.

LEYENDAS AVATARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora