"Érase una vez un día tan oscuro y tormentoso que los más sabios predijeron que un cambio monumental venía con cada trueno que se oía en la lejanía. La ciudad capital, con todos sus servicios y lujos, se hallaba a decenas, tal vez centenas, de kilómetros. El camello ártico de la familia Mayarth estaba enfermo así que la hija más joven del patriarca de la villa no tuvo más remedio que dar a luz en sus propios aposentos..."
— ¡Mi quinta nieta ha nacido sana y salva! —anuncia un anciano no tan viejo como para no alzar lo suficiente su voz como para que unas 50 personas le oigan.
Los festejos, los aplausos y las felicitaciones fueron instantáneas. Uno detrás de otro, los leales seguidores al maestro Kezek Mayarth fueron dejando regalos a un lado de la gran silla en la que se hallaba sentado, en el salón principal de su gran casa.
La villa era simple a ojos de un forajido, pero esto era debido a que estaba en lo más hondo de un inmenso cráter, en el centro de un valle rodeado de montañas gigantes. Ocultas por picos helados y algunos árboles donde había montadas pequeñas tiendas, tres edificaciones se alzaban y daban forma a una fortaleza congelada e impenetrable.
Aquella era la tribu de los Mayarth, una de las familias más poderosas del Polo Norte y que era reconocida por tener la línea más salvaje de cazadores y saqueadores.
—Padre, Junin ha dicho no estar con fuerzas suficientes para ponerse en pie. —Le dice una joven mujer que se acerca a su elevado asiento.
—Dile a tu hermana que no se ande con tonterías. Es tradición que mis nietos recién nacidos sean cargados por su progenitora ante la multitud que le vino a ver. —escupe el gran jefe de la tribu. —Anda, o dile que yo mismo la traeré de las coletas.
—Padre, no entiende... Junin no tiene fuerzas ni para respirar bien. —Le dice esta vez su hija mayor, ahora sí llamando un poco más la atención de su gran señor. —Las curanderas dicen que podría... bueno, que no podría pasar de esta noche.
Y como si hubiese sido tocado por un rayo, Kezek se alzó de su silla y desapareció por el mismo pasillo por el cual su hija mayor, Yen, acababa de llegar. La mujer se quedó sin palabra o gesto, no haciendo más que ir tras él tan rápido como pudo.
"Esa noche Kezek Mayarth perdió a su cuarta hija, Junin, quien además de la bebé recién nacida le había dado a sus tercer y cuarto nietos, Unaq y Aku. El grito del gran jefe se oyó en todo el valle y no llegó más lejos nada más que por las grandes montañas que lo protegían del resto del continente helado."
Kezek se hallaba deshecho ante el cuerpo ya inerte de su hija menor cuando su rostro se alzó de entre las sábanas con el ceño bien fruncido. Todos se le quedaron viendo y se confundieron más cuando inhaló fuerte, volteando entonces el brazo izquierdo de la joven Junin, de 21 años, y detectando un pequeño puntillo cerca de sus venas...
—Es una perforación. —dice un hombre del otro lado de la cama. —Minúscula, casi indetectable... Solo un instrumento de extrema fineza podría haber hecho un corte así, y nuestra tribu no los posee, solo... —continúa, deteniéndose a sí mismo. —No...
Viéndose el uno al otro y al parecer comunicándose entre sí, el hombre de larga barba pero que no ha de pasar los 30 se acerca a Junin, quien fuera su amada, rozando sus labios con los suyos para sorpresa de todos los presentes; salvo uno, Kezek.
— ¿Qué hueles?
—Durazno. Solía comerlos mucho, pero hay algo más... es un olor a lianas, un olor a tierra mojada, húmeda. —dice, con Kezek poniéndose lentamente en pie.
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LEYENDAS AVATAR
FanfictionDescubre qué hizo tan grande al Avatar y a las Cuatro Naciones. Conoce aquí las leyendas de Taiki, Neimeth, Isek y Jakob, los primeros 4 avatares post Wan. © Todos los derechos de las culturas y el mundo en el que se habita pertenecen a Michael Dant...