3- Golpe emocional

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"Sosténganse de sus asientos, pues estoy por contarles acerca del primer enfrentamiento real al que tuvo que hacerle frente nuestra joven protagonista..."


   Esquivando una bola gigante de hielo, Neimeth da un medio giro sobre sus manos y se impulsa hasta lo alto de una caja llena de provisiones, con las jarras de agua que la acompañaban explotando y dándole material con el cual trabajar. Siete guerreros, todos de negro y portando lanzas, le rodean, pero no es nada que no pueda controlar.

   En otro punto de aquel gran almacén subterráneo Unaq y Aku unen fuerzas, con Unaq alzando en el aire a Aku y este lanzando flechazos a las cabezas enemigas, acertando todos y cada uno de los disparos. Cerca de ellos, Kam embiste a uno de los enemigos y estrella su cabeza contra una de las paredes, quitándole su lanza y atravesando con esta su cuello, decapitándolo en el acto. Bañado en sangre, Kam suelta un feroz grito de batalla y logra que el resto de guerreros retrocedan, sumamente asustados.

   Ya bajando de la caja en la que se hallaba subida, Neimeth da forma a varios látigos a su alrededor que congela con solo apretar los puños, lanzándolos con fuerza bruta y empujando a los enemigos que la rodeaban en todas direcciones. Apenas caen, el resto de los guerreros de la tribu Mayarth se ocupan de darles el golpe final de muerte.

   —Muy bien Neimeth, ¡hora del espectáculo final! —exclama Kam.

   Llegando dando piruetas hasta su equipo y posicionándose justo frente a una pared de hielo, Neimeth da varios golpes hacia el frente y la pared comienza a presentar varias fracturas, finalmente cediendo y formando un agujero que ella y los demás atraviesan.

   Tras la pared resulta haber toda una base de operaciones, hallando un par de hombres y mujeres que ponen resistencia, pero son derribados tan pronto los ve Neimeth.

   — ¡Unaq, Aku, asegúrense de que no dejen ni una sola bolsa de comida! —grita Kam, con ambos jóvenes volviendo por donde llegaron. —Yo iré a ver que no les quede ni la más mínima cuchilla. Neimeth, estate atenta. —dice, con ella sintiendo. —Sus maestros agua podrían llegar en cualquier momento y para entonces ya no debemos estar aquí.

   Si bien la tribu Mayarth sabía que tenían una gran suerte al tener a Neimeth liderando sus asaltos, estaban muy conscientes de que muy a pesar de su talento nato no podría hacerle frente a la línea de defensa principal de ninguna de las otras familias, por lo que sus invasiones sorpresa debían ser tan impactantes como aceleradas, lo que a veces daba apertura a cometer errores que a Kam le costarían mucho después.

   Ese día, sin embargo, todos los maestros de la tribu Aiskrim se habían ido de caza a los valles del Este, lo que les aseguraba al menos una hora antes de que el primero de ellos tuviese oportunidad de llegar e intentar crear algún tipo de contraataque.

   O eso fue lo que pensaron.

   Saliendo por donde entraron, la puerta principal, Neimeth y un grupo de los suyos se encuentra de frente a tres de los maestros agua de Aiskrim, firmes frente a una barrera de hielo y nieve que acaban de levantar e impide que puedan salir. Antes de poder decir o hacer lo que sea, Neimeth es alcanzada por su tío Kam, quien toma la delantera.

   — ¡Atrás, sucios Aiskrim, o la furia de mi sobrina les caerá encima! —Les amenaza, pero sus palabras parecen perderse nada más salen junto a un frío suspiro de nervios.

   A perspectiva de Neimeth, Kam estaba actuando como un loco, pero no lo culpaba. Cuando tus enemigos te rodean y tienes todas las de perder, es comprensible que te pierdas un poco a ti mismo. Ese día, sin embargo, Neimeth no tenía esa sensación.

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