La ira del dragón.

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Steihorn era la ciudad vecina a la Capital de Magiswelt. Estaba ubicada a cerca de 45 kilómetros, por lo que a Skalofyne no le tomaría mucho llegar allá. Solamente se entretuvo un poco.

Los Dragones Daneses disfrutaban de ver la destrucción que ocasionaban a donde fuesen. Les divertía arrancar las cabezas de sus enemigos, y les encantaba admirar las ciudades en llamas.
- Música para mis oídos.- Decia para si mismo el Dragón, mientras escuchaba a un grupo de soldados que se habían refugiado en una casa morir calcinados dentro. Los horrorosos gritos que hubieran puesto la piel de gallina a cualquier humano cerca, le ocasionaban una alegría sin igual.
Caminó por la destrozada ciudad, buscando sobrevivientes para continuar con su masacre. Llegó hasta la plaza, donde había una estatua que conmemoraba la batalla en contra de su raza, en la cual aparecía un caballero alzando una espada, mientras bajo su bota derecha, se encontraba la cabeza de un dragón.
- Estos seres inmundos. Celebran la muerte de los míos. Pero les haré quedar claro que siempre serán una raza inferior comparada con nosotros. Voy a vengar a cada uno de los míos que murió en manos de estas insignificantes criaturas.-
Abrió su boca y libero su infernal aliento, tan caliente que fundió la estatua como si fuera mantequilla.

Escuchó como se rompía una vara detrás de él. Se giró y vio a una pequeña niña, no mayor de 10 años, que cargaba a su hermano en brazos. La niña comenzó a llorar mientras veía los ojos del dragón. Este le sonrió, y expulsó una llama de su boca, haciendo que los pequeños niños ardieran en llamas. La niña gritaba del dolor mientras con sus últimas fuerzas trataba de correr, incluso dejando caer a su hermano, quien ya era una masa de carbón ardiendo. El
El dragón reía mientras escuchaba los desgarradores gritos de la niña, y siguió haciéndolo después de que cayera al suelo muerta, con su cuerpo aún ardiendo.

- ¡Maldito Bastardo!- Gritó una voz detrás de él, desde el otro lado de la plaza. Se giró y observó a un Soldado de Asalto y a varios compañeros de este, que intentaban calmarlo.
- Ephraim, hay que largarnos, ese desgraciado nos va a matar.- Decia uno de ellos mientras sujetaba por su hombro al primero.
- ¡Cierra la puta boca Reiner! Viste lo que le hizo a esa niña y a su hermanito, ¡hay que detenerlo carajo!-

El soldado comenzó a disparar su fusil, mientras la mayoría de sus compañeros huían, exceptuando a dos: Reiner, y otro muchacho llamado Louis.
- Maldita sea Ephraim. Vamos a morir por tu culpa.- Recriminó Louis, mientras cargaba su fusil.
El otro se giró y le gritó a la cara.- ¡Es mejor morir peleando, que dejar que este maldito reptil siga destruyendo la ciudad y asesinando gente inocente!

Los tres comenzaron a abrir fuego, mientras el gigantesco dragón caminaba hacia ellos. Los soldados corrieron entre las calles del pueblo, mientras Skalofyne les lanzaba descargas de fuego que incendiaban las casas.
- No pueden huir de mi, estupidos humanos. Los encontraré y los cocinaré vivos.- Vocifero, para luego escupir fuego nuevamente, alcanzando a Louis. Este gritaba de dolor mientras las llamas consumían su cuerpo.
Ephraim deseaba volver por el, pero Reiner lo tomó del hombro y lo convenció de seguir corriendo.

- Hay que volver por el... Hay que salvarlo.- Decia Ephraim mientras corrian.

-¿Que no ves que ya es tarde? Esta muerto Ephraim, hay que seguir corriendo.-

Mientras ellos corrían, alejándose de Skalofyne, éste abrió su boca, y expulsó un rayo color verde que luego se dividió en siete rayos, los cuales atravesaron el cuerpo de Reiner de lado a lado. Ephraim se detuvo y sostuvo a su compañero, quien le imploraba que escapara del lugar. Ephraim no obedeció, y en su lugar lanzó un hechizo a los ojos del dragón, quien quedó ciego momentáneamente, dándoles tiempo de esconderse en una taberna que se encontraba en un sótano.
Ahí, Ephraim intentaba curar las heridas mortales de su amigo con una poción.
- Maldita...sea... Eph, tienes que salir de aquí. Ese... hijo de puta... nos encontrará... Tienes que salvarte.- Tosió sangre, y continuó, cada vez con menos aliento.- Yo... Yo voy a morir. Uno de sus ataques.... me dio en el corazón.-
- Cierra la boca Reiner.- Respondio el otro.- Vamos a salir de esta, y vengaremos nuestra ciudad, te lo aseguro.-
Reiner lo tomó por el cuello y lo acercó a el.
- Tienes que salir de aquí... Imbecil. Huye hacia la Capital, y pelea contra él. Steihorn esta perdido... pero...Aún puedes luchar por el reino. Este bar... Lo conozco...Aquí dentro... hay una puerta que... lleva a un túnel que termina a las afueras... Tu escapa... Yo lo distraigo...-
- No Reiner... No te dejaré aquí. Eres como mi hermano.-
- Y por eso mismo debo protegerte.-
Unas lágrimas bajaron por sus mejillas, al igual que por las de Ephraim.
Reiner le dio la mano y la apretó.
- Pronto podrás volver a pelear contra el... y podrás vengarnos.-
Entonces, con dificultad, se puso de pie, mientras Eprahim buscaba la puerta que se encontraba detrás de la barra. La abrió y se quedó parado, viendo a Reiner, quien le hizo un saludo militar y luego se giró. Ephraim entró y cerró la puerta, mientras Reiner sacaba su pistola de su funda.

Kill For Live.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora