Capítulo III (No somos criaturas de Dios)

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P.O.V. Juliann:

Esa mocosa realmente me irrita, ha despertado a todos mis sirvientes con tan solo una pequeña herida y un grito escandaloso. Me gusta el silencio y la serenidad en el castillo, lo cual la niña rompe con eso. Literalmente casi arruina mi cena con decir la verdad de nosotros en frente de esas mortales, a veces no entiendo lo que tiene en la cabeza.  

He probado menos de una gota de su sangre y nunca probé algo así, incluso pensé en morderla, pero mi padre me dijo que no lo haga, aún. 

Me parecía un poco estúpido tener que seguir sus reglas, ¿Por qué debería limitarme a matar? Si eso está en nuestra naturaleza. 

Al doblar por uno de los pasillos mientras pensaba, me encontré con Joaquín, quien debería estar en su habitación a esta hora. Su rostro cambió a uno de aterrado apenas me vio.

—No esperaba verlo por aquí señor... —su mirada era baja, parecía que se controlaba de algo.

—Ibas a tocarla ¿Ah? ¿Tanto te desesperó el olor? —ladeé mi cabeza analizando su comportamiento, parecía que en cualquier momento correría a atacarla, su pecho subía y bajaba descontrolado por la desesperación mientras que sus ojos brillaban. 

—Solo fue por un momento amo, no le haré nada —siguió mientras negaba rápidamente. 

—Ajá... Dígame, ¿Usted piensa que dejaré que se encargue de la mocosa sabiendo que solo una raspadura es necesaria para que se descontrole? —Lo miré serio, ahora su rostro era apenado, al parecer le tomó cariño a la humana. 

—No le haría nada, se lo juro señor... —sus ojos seguían iluminados y sus colmillos fuera.

—Ve a tu habitación, no quiero problemas, y mañana quiero sangre de la mejor para cenar, no quiero desilusiones —encaminé hacia mi habitación sin decir nada más, pero él habló.

—¿Usted ha probado la sangre de la niña? —cuestionó con una voz casi susurrante.

—No le incumbe —me fui por los pasillos sin mirar hacia atrás.

¿Quién diría que ahora estoy encargado de cuidar a una mortal? Todo por una idiotez, los castigos de mi padre siempre me sorprenden. He pasado un siglo encerrado en un calabozo, todo por destruir una aldea cercana, he bebido de cada uno de los habitantes y han muerto más de cincuenta de ellos. 

Uno no se controla a veces, he matado jóvenes y he recibido muchos castigos. Y debo decir que tener a uno en mi castillo y no poder hacer nada es el peor castigo. 

Y es peor de lo que pensé.

Mis hermanos son peores, Andrei solo disfruta teniendo sexo todo el día y bebiendo sangre, Cristal es una verdadera idiota que solo se preocupa por ella y mata a cualquiera que se le cruce. Como sea, vivir lejos de mi familia es lo mejor que me pudo pasar, opto por leer y disfrutar la música clásica para contener mis impulsos, hablo de los de salir y matar a quien me provoque. 

Hasta el familiar más cercano puede ser tu víctima, pero en un mundo inmortal hay tiempo para todo y los días son iguales y aburridos. 

 

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Mi vampiro favorito (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora