Capítulo XXXIV (Sed de sangre)

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P.O.V. Alma: 

Llevaba un vestido largo y suelto rosado, mi cabello recogido en una trenza y unos zapatos del mismo color. 

Marco cargaba algunas cosas en su bolso, al parecer quería mostrarme lo que se podía hacer aquí. Prefería salir antes de quedarme adentro encerrada, e incluso me mantuve gran parte de la noche despierta pensando en cómo podría irme de aquí. 

El lugar parecía completamente hermético, con muchos guardias en los pasillos y puertas bloqueadas, aunque algún punto débil debe tener. 

Desperté con un poco de dolor de cabeza luego de las pocas horas que dormí, pero no era lo suficientemente fuerte para no levantarme.

Miré por la ventana de la sala donde esperaba a que Marco termine. Se podían ver animales y un campo extenso con diversas casas, al parecer allí se alojaban otros cazadores. También se veía el horizonte de lo grande que era, no había ningún pueblo en horas. 

―¿Por qué viven tan lejos? ―pregunté. 

―Solo algunos viven aquí, muchos viven en la ciudad para proteger y cuidar a los humanos. ―Marco cargó su mochila ―Además, es lindo tener privacidad, tenemos un lago cerca donde los días cálidos se puede nadar.

Comenzamos a recorrer la zona, el día estaba muy lindo y cálido. 

―Mira, allí es donde entrenamos ―él señaló un gran salón, algunos estaban adentro entrenando ―y el campo donde probamos las armas estaban allí. 

Un disparo sonó dándome escalofríos y sintiendo un ligero cosquilleo. 

Solté un gritito por esa extraña sensación y Marco me miró extrañado. 

―¿Qué sucede? ―Alzó una ceja ―no te asustes, son solo los entrenamientos, a veces se escucha.

―No es eso... ―susurré.

Tuve una reacción extraña, ¿Por qué? 

―Anya, ¿Estás ahí? ―Pensé. Se hizo silencio y suspiré algo apenada. 

―¿Podrías explicarme qué sucede? ―Marco seguía mirándome confundido ―¿Te sientes bien?

―Sí, solo... Sigamos. ―continué caminando y él me siguió. 

Pasamos por la sección de defensa, donde tenían cientos de líquidos y cuchillos.

Marco agarró uno de los cuchillos, este tenía un líquido azul dentro.

―Esto los vuelve locos, retrasa su curación, ¿No es genial? ―Él sonrió y me dio el cuchillo.

Lo miré desde cerca, podía sentir el olor fuerte de ese líquido e hice una mueca de asco.

Marco comenzó a reír.

―No te dije que lo olieras ―seguía riendo ―es muy fuerte, esperaba otra reacción. 

Rodé los ojos y le devolví el cuchillo. Él lo dejó en su lugar y continuamos el camino. 

―¿Qué se hace ahí? ―señalé un lugar muy alejado. 

―Es donde... ―él hizo silencio y suspiró ―tenemos vampiros allí.

―¿¡Qué!? ―abrí los ojos sorprendida ―¡¿Por qué?!

―No sé el caso de todos, muchos están por experimentos y por portarse muy mal, no hay ningún santo allí ―respondió ―pero todos los vampiros se portan mal, deberían estar muchos allí, pero no lo están. 

―...¿Pero cómo pueden hacer eso? ―pregunté apenada. Recordé que los vampiros también lo hacían, así que nadie se salvaba. 

―Esos lugares no conozco mucho, ni tampoco me interesa entrar... ―Él sonrió leve ―ambos bandos hacen cosas malas.

Mi vampiro favorito (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora