Capítulo X (Primer amenaza)

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P.O.V. Alma: 

Estaba comiendo la comida que me hizo Anastasia y los ojos se me cerraban del sueño, Máximo y los demás me despertaron y cuando se fueron no pude dormir más.

Anastasia me miraba algo preocupada, todavía nadie sabe que los chicos me encontraron... Creo que debo decirles, ya que es algo que me carcome la cabeza cada segundo, el pensar de que podrían volver y estaría en peligro. 

—Ana... —la llamé un poco tímida.

—¿Si? —me miró de reojo mientras que lavaba algunos platos —¿Pasó algo, pequeña?

—Yo... En la fiesta conocí un grupo de nobles, y hoy vinieron a mi habitación antes de que el efecto de la poción acabe, o sea que no saben que soy humana —murmuré —y uno de los chicos dijo que volvería pronto a verme. 

Anastasia dejó de lavar y se dio vuelta para mirarme preocupada. 

—¿Temes que algo malo te puedan hacer? —Se acercó a mí —¿Por qué no le cuentas a el amo? 

Negué rápidamente.

—Mira si se enoja conmigo, ¡Luego yo tendré la culpa de todo! —mordí mis labios algo asustada.

—Creo que se enojará más si no le cuentas y luego te pasa algo. —me advirtió. —Sabes que la única fuerza mayor de los nobles es el amo, él es quien más puede defenderte en esta situación.

—Pero tampoco quiero que él les haga daño a ellos. —Bajé mi mirada.

—¿Por qué les haría daño? —Alzó una ceja. —Ellos no te han hecho nada.

Hice una mueca algo confundida y preocupada, Anastasia siguió insistiendo en que le diga al señor Juliann, hasta que acepté. 

—¿Dónde está él? —Pregunté terminando de comer.

—Quizá en su oficina —respondió y volvió a sus tareas.

Asentí y me levanté de la mesa, un bostezo me volvió a recordar que solo dormí casi seis horas. 

—No te duermas en el camino. —Anastasia soltó una risa.

—Mmm... No sé, no prometo nada. —me reí y me fui caminando por los pasillos hasta la oficina.

 Lo malo es que la oficina estaba en los pisos más altos, ¿A quién se le ocurre subir tantas escaleras todos los días? 

Así, comencé a subirlas mientras me quejaba de lo cansador que era hacer esto, aunque en el camino me gustaba ver por las ventanas, corría las cortinas y asomaba mi cabeza entre estas. Las mejores vistas las tenía el tercer piso, podías ver las copas de los árboles del bosque y algunos balcones de las habitaciones. 

Suspiré relajada viendo el ambiente y volví a cerrar las cortinas. Cuando era pequeña, abría todas las ventanas, y muchos nobles y sirvientes se quejaban por eso cada vez que salía el sol. Creo que nunca supieron que era yo la culpable, y no un sirviente que se olvidó de cerrarlas. 

Seguí caminando hasta que llegué al pasillo, frente a la puerta de la oficina, estaba el señor Juliann con un abrigo negro abriendo la puerta. 

—Llegaste justo para el entrenamiento —comentó entrando en la oficina.

Rodé los ojos y entré detrás de él.

—¿Con esa ropa vas a entrenar? —Preguntó mirando mi ropa. Tenía unos jeans, una remera negra y unos zapatos negros. 

Negué con mi cabeza y tomé coraje para decirle lo que pasó esta mañana. 

—Tanto que mariconeabas con entrenar con Cristal, te entrenaré yo —exclamó serio —que sepas que estoy dejando trabajo de lado por atender tus quejas. 

Mi vampiro favorito (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora