19 - .: Un cuarto propio :.

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Hay una batalla ahí delante,
muchas batallas se han perdido,
pero nunca verás el final de la carretera
mientras viajes conmigo.

Don't dream it's over - Sixpence None the Richer

***

La buena energía que sentí en Nápoles ha ido desapareciendo con el transcurso de la boda. Nunca estuve en una fiesta de casamiento y no me imaginé que me fuera a caer tan mal. Literalmente al otro día, mientras volvemos en el auto, siento que me han pateado el hígado y que soy capaz de vomitar todo el tapizado. Luca viaja en el asiento trasero conmigo y me controla inquieto cuando abro la ventanilla y trato de respirar aire fresco. Me pregunta si estoy bien y le aseguro que sí, que no pasa nada, aunque estoy segura de que estoy transparente de pálida. O verde. Pero no quiero que paremos. Quiero llegar a casa y meterme en la cama cuanto antes.

Marco maneja y habla con papá sobre cosas de la editorial y yo busco en mi mochila el iPod que me regaló Matías y me enchufo los auriculares al máximo porque me molesta escucharlo. Hoy me enoja todo lo que Marco dice. Ya ayer con lo de Sirenita en medio de toda esa gente, haciéndome sentir una estúpida en mi vestido verde y con la cara y los hombros más rojos que el pelo de Ariel, se ganó el Premio a mi Peor Enemigo del Día.

El Premio al Peor Enemigo de la Semana se lo ganó cuando me vio secándome las lágrimas después del «Sí, quiero» y me dijo: «Sabía que ibas a llorar» con su tonito condescendiente mientras me extendía un pañuelo. No lo miré con odio porque si lo miraba iba a ver mi cara de mapache apaleado y ya me estaba muriendo de vergüenza como para soportar también eso. ¿Por qué no me habla normal? ¿Por qué siempre tiene que decir lo justo para hacerme sentir tonta, infantil, sentimental y predecible? ¿Y por qué me molesta tanto todo lo que dice o hace?

Porque no me dijo más nada, pero igual me encontré dándole el Premio al Peor Enemigo del Mes al verlo rodeado de mujeres para todos los gustos y mirándome de reojo, como si quisiera asegurarse de que yo estaba presenciando el festín hormonal anti-Disney del que era partícipe como Neptuno con todas sus sirenas flotando alrededor. «Engreído y mujeriego, y me venís a hablar mal de Disney, idiota» pensé más tarde cuando lo vi bailando mega pegado al culo de Ottavia y decidí coronarlo en el podio de los Hombres Más Detestables de la Galaxia. De pura rabia me puse a bailar con Alessandro que resultó ser más agradable y suelto que en las cenas familiares, y logré distraerme, aunque es obvio que estaba celosa.

Pero eso lo asumo recién en el auto, cuando me pongo los auriculares con Sixpence None The Richer a todo volumen para no tener que seguir escuchándolo a él. Estoy celosa y no quiero estar celosa, porque no tengo motivos para estarlo. O al menos es lo que quiero creer. Pero no lo logro. Me dio celos verlo ahí, tan seguro de sí mismo entre todas esas italianas de infarto que le pedían consejos para entrenar y estar en forma y seguro que les hubiera gustado pedirle hasta autógrafos. Y otras varias cosas más. Y él mirándome de reojo con esa media sonrisa de modelo de ropa cara, como si me dijera: «Aprendé, pequeña, así se hace con los colores y los jacuzzis y las camas, tengo todo visualizado: un vestido de cada color, para ponerle color a mi vida».

Siento el codazo de Luca que atrapa mi atención y señala los auriculares. Me los quito y me dice que estoy bruxando tan fuerte que le estoy haciendo rechinar los dientes a él.

—¿Segura que estás bien?

—Sí. Perdón —contesto, y me vuelvo a enchufar al iPod.

Esta vez cierro los ojos y trato de pensar en algo que me alegre un poco. Matías es una buena opción. Recuerdo el momento en el que estábamos cargando las canciones en el iPod, la primera noche que me quedé a dormir en su casa. Pero ahora que lo recuerdo me hundo más porque siento que lo extraño tanto, pero tanto, que me digo que no lo voy a invocar más para «alegrarme». Me hace peor.

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora