33 - .: Dónde estás :.

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Te necesito ahora mismo
así que no me decepciones.
Creo que me estoy volviendo loca,
está en mi cabeza, cariño, espero
que estés aquí cuando más te necesite.
Así que no me decepciones,
no me decepciones.

Don't let me down - LP

***

El sábado despierto a la hora de siempre y cuando bajo no hay nadie. En la mesa de la cocina hay una nota de Luca en la que dice que tiene el armado de la boda en la que estuvo trabajando toda la semana, por lo que volverá tarde. Imagino que bien entrada la noche. 

Tengo un mensaje de papá en el celu que me avisa que anoche llegó bien y que la próxima vez me llevará con él para que conozca esa hermosa ciudad. Me reservo el derecho de creer en su palabra, ahora que me dejó pagando con el esperado viaje a Venecia, pero decido no enroscarme por hoy. Necesito toda mi energía para procesar los dos últimos días y todo lo que pasó, como un Tsunami, mientras mi conciencia estuvo medio apagada. 

Alex también me dejó un mensaje, despidiéndose hasta su próximo viaje a Roma y pidiéndome que me porte bien y que no lo engañe. Frunzo el gesto, mitad divertida y mitad asombrada. No sé si está bromeando o si realmente cree que estamos saliendo o algo. Creo que se lo dejé muy claro anoche al decirle que no estaba preparada para estar con nadie porque acababa de cortar con mi novio. Fue muy incómodo porque se lo dije para justificar el haberme apartado cuando me quiso besar antes de irse. Y aunque aceptó la derrota con dignidad y una sonrisa comprensiva, tengo la sensación de que, a la larga, a Alessandro De Leone nadie le para el carro. Como a su padre. A menos que yo sea como una extensión de Bruno, el único capaz de hacerlo, cosa que dudo mucho. 

De Marco no hay ni rastros y me pregunto dónde estará, porque es raro que un sábado a la mañana no esté en la casa. No me dejó una nota ni me mandó un mensaje al teléfono. ¿Debería haberlo hecho? me pregunto, y una parte de mí dice que sí: la parte que quiere entender qué cazzo pasó ayer en la oficina y luego en la cocina y por qué desapareció desde entonces. La otra parte me dice que no, que no tiene por qué decirme dónde está. Haya pasado lo que haya pasado.

Miro el teléfono con ganas de escribirle yo. Pero no sé qué ponerle. ¿Un simple «dónde estás», quizás? No. Tampoco se me ocurre alguna pregunta boluda del estilo «¿Sabés dónde está la salsa de tomate?». Es muy temprano para esas cosas y para mi cerebro aturdido que no sabe qué hacer, qué decir, qué será de mi vida de ahora en más. 

Por lo pronto, parece que será estar sola en esta enorme casa. Y por un momento quiero llorar, pero al final decido que me voy a dar la gran vida y voy a desayunar papas fritas y doritos en el parque mientras tomo sol en bikini sin que nadie me mire. Quizás hasta me anime a hacer topless, qué tanto. Sí. Tengo que aprender a estar sola, valerme sola, viajar sola. Quién dice, viajando sola a Venecia no paso los mejores tres días de mi vida. Sí. ¿Qué más quiero que ser libre y con todo pago?

Pero hacia el mediodía, ya desayunada, molesta por el sol y con hambre de nuevo, siento que no podría ir sola ni a la esquina, porque la simple idea de salir a caminar ahora para despejarme me resulta aterradora. Y tampoco me animé al topless ni me banqué mucho el sol. Entro a buscar el teléfono para mandarle mensajes a alguien, no sé a quién, quien sea que esté del otro lado, y el nombre de Marco en la pantalla me acelera el corazón.

«Estaré fuera hasta el lunes por la mañana. Pero ya sabes: llámame si necesitas algo.»

Me desplomo en el sillón mirando el mensaje y escuchando el estallido de mi corazón, estrellado en esa curva cerrada. Ni hola. Ni chau. Ni nada. Marco se fue el fin de semana, con alguna de sus cosas movedizas, seguro. Y, como sé que Alex se volvía solo a Nápoles, me juego la cabeza de que es Octavia. 

El viaje de ClaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora